Leí por ahi una enumeración de las cualidades a tener para caer siempre bien. A ver que les parece:
Prestan atención
La característica más importante de todas, y que gracias a la gran enfermedad contemporánea que es el déficit de atención es cada vez menos frecuente. No hay nada que nos haga más deseables que mostrar auténtico interés en lo que la otra persona tiene que contarnos. Algunos psicólogos han llegado a establecer en un 30% el tiempo de conversación que debemos ocupar en una charla con otra persona, aunque quizá simplemente con sonreír, no sacar el móvil del bolsillo cada cinco minutos o interesarse por aquello que la otra persona está contando sea suficiente.
Se disculpan sin tener por qué
Los más orgullosos considerarán esta ¿cualidad? como una estupidez, pero lo cierto es que una investigación realizada en la Universidad de Harvard señaló que excusarse aunque no haya motivo para ello es una de esas cosas que nos hacen caer mejor a los demás. Como señala la principal responsable del estudio, Alison Wood Brooks, las “disculpas superfluas” sirven para que “la víctima” sienta que la otra persona se ha puesto en su lugar y que tiene en cuenta sus sentimientos. Esa era la razón por la que las personas que decían “siento que el tiempo esté tan mal, ¿me dejas el móvil?” caían mejor que las que simplemente preguntaban “¿me dejas el móvil?”
Son maestros del Jiu-Jitsu social
Con este rimbombante nombre, que significa el “arte de la suavidad”, Haden se refiere a la capacidad que tienen ciertas personas para conseguir obtener una gran cantidad de información del interlocutor sin revelar nada personal. La clave se encuentra en realizar las preguntas correctas, reaccionar de la manera adecuada y mostrar una actitud abierta que haga que la otra persona se muestre favorable a confesar algunos de sus pensamientos más íntimos, aunque tan sólo haga diez minutos que se conozcan.
No mantienen una pose de poder
Las reglas de la elegancia sugieren que debemos permanecer erguidos, con la cabeza alta y una media sonrisa en nuestro rostro si queremos parecer poderosos. Pero la clase de persona a la que realmente querrías contarle tu vida se mueve de una manera completamente diferente. Haden utiliza a Nelson Mandela para ilustrar cómo un gesto puede marcar la diferencia: inclinándose levemente hacia adelante, sonriendo y acercándose a su interlocutor (en el caso del ejemplo que utiliza, Bill Clinton), está diciendo “soy yo quien realmente tiene el honor de conocerte a ti”.
No piden nada
Hay quien mantiene que todas las relaciones humanas están basadas en el interés, pero hay quien se lo toma al pie de la letra. En ocasiones, toda la simpatía que alguien puede haber mostrado se desmorona cuando nos damos cuenta de que lo que realmente pretenden es vendernos algo, hacer un buen contacto para el futuro o presentarnos a un familiar que necesita un cable. Las personas que caen bien parecen tener buena suerte, porque no utilizan a las personas como herramientas para conseguir sus objetivos, sino que simplemente las respetan y las cuidan, y tarde o temprano, ven su comportamiento recompensado.
No critican a los demás
Hay quien piensa que no hay nada que una más a las personas que el cotilleo y poner a caldo a una tercera persona. Y puede ser que algunas personas se sientan satisfechas al llevar a cabo dicho comportamiento, pero también hay quien es consciente de que quizá esta no sea la mejor manera de hacer amigos y sospeche que, si este procedimiento es algo generalizado, él mismo pueda ser en un momento u otro su víctima. Nada de comentarios negativos: el silencio es oro, sobre todo si no tienes nada bueno que decir.
No se quejan
Uno de los puntos más olvidados del decálogo de Dale Carnegie es aquel que recordaba que quejarnos constantemente nos convierte en personas indeseables. “Cualquier tonto puede criticar, quejarse y condenar a los demás, por lo que suelen hacerlo”, señalaba el empresario estadounidense. “Hace falta autocontrol y mucha personalidad para ser comprensivo y perdonar”.
Dejan que los demás sean mejores que ellos
Nos encanta pavonearnos delante de los demás, pero esto raramente sirve para nada más que para sentirnos mejor con nosotros mismos hinchando nuestro ego. Todo el mundo tiene sus cualidades, por lo que el camino más directo para complacer a alguien es reconocer aquello que hacen bien o, incluso, señalar que son mucho mejores que nosotros en determinadas cuestiones. Te amarán.
Saben despedirse
Haden explica en su artículo que las habituales fórmulas de despedida (“ha sido un placer”) no suelen causar una gran impresión. Por el contrario, debemos mostrar cierto entusiasmo y centrarnos en algún aspecto concreto de la conversación que hemos mantenido para demostrar que de verdad nos interesamos por la otra persona. Es decir, “me ha gustado hablar contigo acerca de cine”, “que te vaya bien en tu próximo proyecto” o “espero que volvamos a encontrarnos para seguir con esta conversación”.
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Prestan atención
La característica más importante de todas, y que gracias a la gran enfermedad contemporánea que es el déficit de atención es cada vez menos frecuente. No hay nada que nos haga más deseables que mostrar auténtico interés en lo que la otra persona tiene que contarnos. Algunos psicólogos han llegado a establecer en un 30% el tiempo de conversación que debemos ocupar en una charla con otra persona, aunque quizá simplemente con sonreír, no sacar el móvil del bolsillo cada cinco minutos o interesarse por aquello que la otra persona está contando sea suficiente.
Se disculpan sin tener por qué
Los más orgullosos considerarán esta ¿cualidad? como una estupidez, pero lo cierto es que una investigación realizada en la Universidad de Harvard señaló que excusarse aunque no haya motivo para ello es una de esas cosas que nos hacen caer mejor a los demás. Como señala la principal responsable del estudio, Alison Wood Brooks, las “disculpas superfluas” sirven para que “la víctima” sienta que la otra persona se ha puesto en su lugar y que tiene en cuenta sus sentimientos. Esa era la razón por la que las personas que decían “siento que el tiempo esté tan mal, ¿me dejas el móvil?” caían mejor que las que simplemente preguntaban “¿me dejas el móvil?”
Son maestros del Jiu-Jitsu social
Con este rimbombante nombre, que significa el “arte de la suavidad”, Haden se refiere a la capacidad que tienen ciertas personas para conseguir obtener una gran cantidad de información del interlocutor sin revelar nada personal. La clave se encuentra en realizar las preguntas correctas, reaccionar de la manera adecuada y mostrar una actitud abierta que haga que la otra persona se muestre favorable a confesar algunos de sus pensamientos más íntimos, aunque tan sólo haga diez minutos que se conozcan.
No mantienen una pose de poder
Las reglas de la elegancia sugieren que debemos permanecer erguidos, con la cabeza alta y una media sonrisa en nuestro rostro si queremos parecer poderosos. Pero la clase de persona a la que realmente querrías contarle tu vida se mueve de una manera completamente diferente. Haden utiliza a Nelson Mandela para ilustrar cómo un gesto puede marcar la diferencia: inclinándose levemente hacia adelante, sonriendo y acercándose a su interlocutor (en el caso del ejemplo que utiliza, Bill Clinton), está diciendo “soy yo quien realmente tiene el honor de conocerte a ti”.
No piden nada
Hay quien mantiene que todas las relaciones humanas están basadas en el interés, pero hay quien se lo toma al pie de la letra. En ocasiones, toda la simpatía que alguien puede haber mostrado se desmorona cuando nos damos cuenta de que lo que realmente pretenden es vendernos algo, hacer un buen contacto para el futuro o presentarnos a un familiar que necesita un cable. Las personas que caen bien parecen tener buena suerte, porque no utilizan a las personas como herramientas para conseguir sus objetivos, sino que simplemente las respetan y las cuidan, y tarde o temprano, ven su comportamiento recompensado.
No critican a los demás
Hay quien piensa que no hay nada que una más a las personas que el cotilleo y poner a caldo a una tercera persona. Y puede ser que algunas personas se sientan satisfechas al llevar a cabo dicho comportamiento, pero también hay quien es consciente de que quizá esta no sea la mejor manera de hacer amigos y sospeche que, si este procedimiento es algo generalizado, él mismo pueda ser en un momento u otro su víctima. Nada de comentarios negativos: el silencio es oro, sobre todo si no tienes nada bueno que decir.
No se quejan
Uno de los puntos más olvidados del decálogo de Dale Carnegie es aquel que recordaba que quejarnos constantemente nos convierte en personas indeseables. “Cualquier tonto puede criticar, quejarse y condenar a los demás, por lo que suelen hacerlo”, señalaba el empresario estadounidense. “Hace falta autocontrol y mucha personalidad para ser comprensivo y perdonar”.
Dejan que los demás sean mejores que ellos
Nos encanta pavonearnos delante de los demás, pero esto raramente sirve para nada más que para sentirnos mejor con nosotros mismos hinchando nuestro ego. Todo el mundo tiene sus cualidades, por lo que el camino más directo para complacer a alguien es reconocer aquello que hacen bien o, incluso, señalar que son mucho mejores que nosotros en determinadas cuestiones. Te amarán.
Saben despedirse
Haden explica en su artículo que las habituales fórmulas de despedida (“ha sido un placer”) no suelen causar una gran impresión. Por el contrario, debemos mostrar cierto entusiasmo y centrarnos en algún aspecto concreto de la conversación que hemos mantenido para demostrar que de verdad nos interesamos por la otra persona. Es decir, “me ha gustado hablar contigo acerca de cine”, “que te vaya bien en tu próximo proyecto” o “espero que volvamos a encontrarnos para seguir con esta conversación”.
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