Aquella tarde Wallace se encontraba en su ataúd, todos los presentes lloraban desconsoladamente, pues nadie debería sobrevivir a sus padres, sus 18 años le habían llenado de vida, pero no de amor, allí flotando en la nada veía a Cristina, su gran amor a la cual no había sido capaz de declarar su amor, era de lo único que se arrepentía, pero no podía dejarlo todo así, tenia que encontrar el modo de decírselo antes de desaparecer.
A través de aquella luz blanca que veía al final del túnel, donde su queridisimo abuelo le estaba llamando, su abuelo, en aquel momento recordó cuando tenia cinco años y se afeitaba con el, aunque su maquinilla no tenia cuchilla, pero recordó la sensación de la espuma en su carita, mientras su abuelo le acariciaba la cabecita, aquel momento le hacia sentir algo tan cálido en su corazón, pero deseaba tanto decirle lo que sentía a Cristina.
A la derecha de su abuelo, vio una luz blanca, con un suave movimiento de aquella luz, sintió una suave brisa que le empujaba, vio que se acercaba a Cristina, no podía tocar su forma física, pero si pudo ver una luz en su corazón, extendió sus manos, Cristina sintió un gran escalofrió en su cuerpo, el sintió que aquello lo podía tocar y que ella lo sentía, el acerco muy suavemente su mejilla, después sus labios, la beso muy despacio, muy dulcemente, Cristina lo sintió, sintió aquel beso tan dulce, que solo alguien que te quiere de verdad, es capaz de dar, el le susurro:
- Ojala hubiera sido capaz de decirte todo lo que te queria en vida, ahora que me tengo que marchar y te perderé para siempre.........
- Yo también te quiero de verdad - Murmuro Cristina- no te quiero perder, no te vayas.
- No me quiero marchar, pero no puedo hacer mas - lloraba Wallace - fui un imbécil al no decírtelo en vida.
En aquel momento, Wallace, sintió una mano muy cálida que le acariciaba la cabeza, el olor a espuma de afeitar fue tan fuerte, que hasta los que rodeaban a Cristina lo sintieron, sus corazones se estremecieron, entonces su abuelo le dijo:
- Es hora de irnos, hijo mio.
Su abuelo vio como se empezaba a rajar el corazón de Wallace y se detuvo, entendió que era imposible separar lo que ellos sentían, miro a la luz blanca, la luz se acerco a Wallace, le toco la frente, Wallace sintió tal amor, cariño, comprensión y dulzura, de la espalda de Wallace salieron unas alas blancas, su abuelo se acerco y le dijo:
- A partir de hoy seras su ángel de la guarda, jamas te separaras de ella, vuestro amor sera eterno.
Cristina sintió la alegría en su corazón, sintió que el no se iba, que se quedaba con el, protegiéndola y por primera vez en su vida, Cristina sintió la verdadera alegría, aquella que físicamente es imposible de sentir.
A través de aquella luz blanca que veía al final del túnel, donde su queridisimo abuelo le estaba llamando, su abuelo, en aquel momento recordó cuando tenia cinco años y se afeitaba con el, aunque su maquinilla no tenia cuchilla, pero recordó la sensación de la espuma en su carita, mientras su abuelo le acariciaba la cabecita, aquel momento le hacia sentir algo tan cálido en su corazón, pero deseaba tanto decirle lo que sentía a Cristina.
A la derecha de su abuelo, vio una luz blanca, con un suave movimiento de aquella luz, sintió una suave brisa que le empujaba, vio que se acercaba a Cristina, no podía tocar su forma física, pero si pudo ver una luz en su corazón, extendió sus manos, Cristina sintió un gran escalofrió en su cuerpo, el sintió que aquello lo podía tocar y que ella lo sentía, el acerco muy suavemente su mejilla, después sus labios, la beso muy despacio, muy dulcemente, Cristina lo sintió, sintió aquel beso tan dulce, que solo alguien que te quiere de verdad, es capaz de dar, el le susurro:
- Ojala hubiera sido capaz de decirte todo lo que te queria en vida, ahora que me tengo que marchar y te perderé para siempre.........
- Yo también te quiero de verdad - Murmuro Cristina- no te quiero perder, no te vayas.
- No me quiero marchar, pero no puedo hacer mas - lloraba Wallace - fui un imbécil al no decírtelo en vida.
En aquel momento, Wallace, sintió una mano muy cálida que le acariciaba la cabeza, el olor a espuma de afeitar fue tan fuerte, que hasta los que rodeaban a Cristina lo sintieron, sus corazones se estremecieron, entonces su abuelo le dijo:
- Es hora de irnos, hijo mio.
Su abuelo vio como se empezaba a rajar el corazón de Wallace y se detuvo, entendió que era imposible separar lo que ellos sentían, miro a la luz blanca, la luz se acerco a Wallace, le toco la frente, Wallace sintió tal amor, cariño, comprensión y dulzura, de la espalda de Wallace salieron unas alas blancas, su abuelo se acerco y le dijo:
- A partir de hoy seras su ángel de la guarda, jamas te separaras de ella, vuestro amor sera eterno.
Cristina sintió la alegría en su corazón, sintió que el no se iba, que se quedaba con el, protegiéndola y por primera vez en su vida, Cristina sintió la verdadera alegría, aquella que físicamente es imposible de sentir.