¿Qué cómic estás leyendo? (o acabas de terminar)

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Andrómaca escribió:Ya terminé ;_; qué bonito es ;_;

Pues es una especie de historia de amor que muestra de forma no ñoña cómo el humanos se ha cargado el planeta y las profundas divisiones sociales en todos lados. Los mismo con la religión, a pesar de que el islamismo es lo más tratado el comic, frecuentemente visita esos puntos en común con el cristianismo dejando ese sabor de boca de que en realidad es la misma gata pero revolcada. Se pasea por algunas palabras árabes (habibi es algo como "mi amor"), por la Biblia, el Corán y la poesía oriental. Además la historia no es para nada lineal, da unos saltos geniales dejando al lector en ascuas y posteriormente retomando para aliviar la curiosidad. Muy genial, eh, muy mono todo.



Miren el dibujo

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Andrómaca escribió:Dijo Abraxas, el rey ñoño. No es cierto, no eres ñoño.

Es más, yo creo que por tu sensibilidad algunos pasajes te caerían mal y por tu inteligencia otros te caerían como buena reflexión

Andrómaca escribió:
Es una lástima que por tu hastío vital te pierdas cosas como esta...

Caín escribió:  Me has recordado a Wolverine, al que jamás llamaré "Lobezno" o "Guepardo" o "Emilio Garras" (que dice la leyenda, así lo han traducido en algún sitio de sudamérica   )

Caín escribió:

...dafuq...

Ray escribió:Me he quedado embobado con esta portada. No tienes más imágenes?

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Ray escribió:De qué va la historia?

Vuelo rasante es un tebeo especial porque, en realidad, no parece un tebeo. Pero tampoco es otro producto que se pueda identificar claramente, aunque siempre cabe la opción de aplicarle una etiqueta, como podría ser por ejemplo “poema gráfico”, a la vista de su estructura y mensajes. Ya que estamos en la era del eufemismo, cabría incorporar una nueva etiqueta genérica, como “poesía gráfica”, definiendo una nueva línea de mercado que podría interesar a cierto público sensible a la hibridación de imágenes etéreas con discursos simbólicos.

La obra, que es muda, es corta y está dividida en capítulos (numerados del siete al uno, en romana), exige varias lecturas para tratar de enlazar significados con representaciones. La delgada línea narrativa que Pejac va hilvanando con el concurso de un urbanita con perro, un cazador, un vigilante, un hombre de negocios, una malabarista, una niña y un ave, es demasiado lábil. Casi indeleble. Desde luego bascula entre la parábola y lo simbólico. Pero, innegablemente, es extraña.

Es probable que el joven con perro y cama de colcha roja represente el ansia de naturaleza, y por ello acumula plantas en su domicilio (sin embargo, cuando abandona la ciudad va arrastrando su cama consigo). Quizá el cazador sueña con cobrarse piezas en la ciudad, dado que sueña con hormigón y dispara a botellas con un venado a tiro. Posiblemente, el vigilante anhela escapar de su rutina y plasma eso reproduciendo a Goya. ¿Y los malabaristas: denuncian el capital o se burlan del dinero? Tal vez son ellos lo que incitan a la niña a cruzar la avenida para acabar atropellada. Y puede que se hallen implicados en la decisión del hombre de negocios de arrojarse al vacío. Quién sabe si la clave de todo está al final, en el capítulo I, narrado a vista de pájaro, donde todo se reconsidera a lo largo de un vuelo rasante detenido por la muerte.