Y Dios, que pasaba por ahí, se acercó al hombre.
El hombre, de primera impresión sorprendido, escuchó del creador de todas las cosas, la divina reprimenda.
- Tu, que eres el ser mas parecido a mi, el creado como organizador de toda criatura. ¿Cómo es posible semejante destrucción? Como, siendo portador de un buen corazón eres la única especie que asesina sus semejantes por placer, como siendo el mas inteligente enfocas tu conocimiento hacia la destrucción. ¿Por qué ignoras que sabes la solución a la mala vida que has creado? Por que sabiendo lo que debes hacer para que otros no sufran, oprimes sin pudor alguno por algo tan absurdo como es el dinero. Tú, hombre, astilla de mi palo, que has puesto nombre a los más bellos sentimientos como la verdad, la amistad, la confianza, la admiración… y solo das importancia a la envidia o la codicia.
>>Fuiste creado por mi mano, como todo lo que hay en el universo, para ser el hombre la única raza en posición de descubrir la verdad, de entender las razones. Pero elegiste poblar el planeta como un virus, dedicar tu existencia a la alimentación sin límites de tu ego, a la búsqueda del placer desmesurado, sin control ni juicio. Oponiéndote a los pocos que se rebelan contra tu estupidez y suprimiéndolos bajo tu firme mano de hierro, dejando la razón en el olvido por tu propia conveniencia.
>>Tu, que posees la capacidad de amar y elegiste odiar. Sabiendo la verdad elije mentir. ¿No da vergüenza al hombre su propia irresponsabilidad? ¿No existe en la conciencia, que en la divinidad os di, un mínimo de preocupación por el mundo cada vez peor que dejáis a vuestros hijos?
El hombre, que a mitad discurso ya había perdido interés. Rascose la barba, acto seguido la entrepierna y terminando con la expulsión de un gargajo. Alzo la vista para ver al creador, y medio pensando que ciertamente se parecían bastante, medio pensando que llegaba tarde a comer, respondió.
- ¿Y a mi que me cuentas? Si me has creado tú.
- Pues también es verdad – respondió Dios.
Y se marchó Dios a donde quiera que fuera para seguir haciendo cosas del hombre como rascarse el ombligo, y marchó el hombre a hacer cosas de Dios como vivir sin preocuparse por otra cosa que no sea él mismo.
El hombre, de primera impresión sorprendido, escuchó del creador de todas las cosas, la divina reprimenda.
- Tu, que eres el ser mas parecido a mi, el creado como organizador de toda criatura. ¿Cómo es posible semejante destrucción? Como, siendo portador de un buen corazón eres la única especie que asesina sus semejantes por placer, como siendo el mas inteligente enfocas tu conocimiento hacia la destrucción. ¿Por qué ignoras que sabes la solución a la mala vida que has creado? Por que sabiendo lo que debes hacer para que otros no sufran, oprimes sin pudor alguno por algo tan absurdo como es el dinero. Tú, hombre, astilla de mi palo, que has puesto nombre a los más bellos sentimientos como la verdad, la amistad, la confianza, la admiración… y solo das importancia a la envidia o la codicia.
>>Fuiste creado por mi mano, como todo lo que hay en el universo, para ser el hombre la única raza en posición de descubrir la verdad, de entender las razones. Pero elegiste poblar el planeta como un virus, dedicar tu existencia a la alimentación sin límites de tu ego, a la búsqueda del placer desmesurado, sin control ni juicio. Oponiéndote a los pocos que se rebelan contra tu estupidez y suprimiéndolos bajo tu firme mano de hierro, dejando la razón en el olvido por tu propia conveniencia.
>>Tu, que posees la capacidad de amar y elegiste odiar. Sabiendo la verdad elije mentir. ¿No da vergüenza al hombre su propia irresponsabilidad? ¿No existe en la conciencia, que en la divinidad os di, un mínimo de preocupación por el mundo cada vez peor que dejáis a vuestros hijos?
El hombre, que a mitad discurso ya había perdido interés. Rascose la barba, acto seguido la entrepierna y terminando con la expulsión de un gargajo. Alzo la vista para ver al creador, y medio pensando que ciertamente se parecían bastante, medio pensando que llegaba tarde a comer, respondió.
- ¿Y a mi que me cuentas? Si me has creado tú.
- Pues también es verdad – respondió Dios.
Y se marchó Dios a donde quiera que fuera para seguir haciendo cosas del hombre como rascarse el ombligo, y marchó el hombre a hacer cosas de Dios como vivir sin preocuparse por otra cosa que no sea él mismo.