El mundial de futbol está cerca y las expectativas deportivas no podrían ser mejores. No obstante, ciertos aspectos del gran evento no tienen muy contentos a los brasileños. En efecto, la organización de la copa y sus costos han causado una caída más que accidentada en su popularidad: de 79% de aceptación en 2008 a un escaso 52% actualmente.
Ningún brasileño duda de la espectacularidad de una Copa del Mundo, pero sí de su importancia frente a otras urgencias sociales. A continuación, te resumimos en 5 puntos importantes las razones que causan dudas y enojos entre la población:
1. El costo del evento
Hasta la fecha, la cuenta de los gastos en los preparativos del evento es de 10 mil 900 millones de dólares y contando. Esto, tan solo en lo que respecta al gasto del gobierno. Aunque el costo es aún bastante menor a los 50 mil millones invertidos en Sochi, supera por mucho el presupuesto original. En construcción y acondicionamiento de estadios, por ejemplo, el presupuesto ha sido doblado y a veces, triplicado.En junio del año pasado, durante la Copa Confederaciones, las calles de las principales ciudades del país vivieron intensas manifestaciones por un presupuesto para el mundial que no parece tener límites, y que deja de lado la atención a problemas como educación y salud pública.
“La gente hace una conexión: que la plata que debería estar para resolver sus problemas está en otra parte y las prioridades también”, explicó Sonia Fleury, una politóloga y socióloga que coordina el programa de estudios sobre la esfera pública en la Fundación Getúlio Vargas, con sede en Río de Janeiro.
2. La propaganda del gobierno
Cuando los puntos de popularidad de la copa comenzaron a caer, la presidente Dilma Rousseff debió adoptar una estrategia de propaganda económica, en la que dijera que, gracias al mundial, habría generación de empleos, crecimiento económico, se impulsaría el turismo y se alentaría la inversión extranjera. En vez de adoptar esta idea de sentido común, Rousseff se ha enfocado en alentar la pasión futbolera de los brasileños, afirmando que es una bendición para el país recibir la Copa del Mundo, a la que ha descrito como la “Copa de Copas”. Básicamente, pretende que la gente deje de protestar porque… bueno, les encanta el fut, ¿no?
3. La FIFA
El año pasado, Jerôme Valcke, secretario general de la FIFA, afirmó: “Brasil necesita una patada en el trasero”, hablando del retraso en la preparación del evento. Este es solo uno de los episodios en el historial de enfrentamientos entre las autoridades de la Federación Internacional y las brasileñas. Uno más ocurrió cuando la FIFA pidió que la prohibición de bebidas alcohólicas en estadios fuera suspendida para dar un impulso comercial a una de las marcas patrocinadoras del evento.
Esta situación ha divido la opinión pública: por un lado, un grupo condena la políticas brasileñas frente a los preparativos, acusándolas de caras e ineficientes; por otro lado, existe un grupo que afirma que las autoridades brasileñas se muestran sumisas ante la FIFA (y a sus negocios), lo que baja su popularidad desde dos flancos.
“Ser ‘el país del fútbol’ no significa ser sumiso a la FIFA (ni) que se imponga una cosa de arriba para abajo. Eso ya nadie lo aguanta”, señaló a BBC Mundo Jose Sergio Leite Lopes, un antropólogo brasileño que ha escrito libros sobre fútbol y clases sociales.
4. La inflación
La inflación es el aumento general y simultáneo de los precios del mercado. Una de las razones más comunes para que un país sufra una inflación agresiva es el aumento en la demanda de un recuso que, de golpe, se vuelve escaso. Aunque parezca extraño, una Copa del Mundo tiene como efecto, casi siempre, una ola de inflación que afecta a la economía del país anfitrión un año después del evento. Si los gastos han sido manejados adecuadamente, este rebote en precios puede ser insignificante frente al crecimiento logrado, pero si no, entonces podría ser un verdadero dolor de cabeza.
Brasil atraviesa por una peligrosa inflación general de 5.91%, que es de hecho peor en sectores como servicios (en donde se cuenta hoteles, restaurantes, y demás elementos relacionados con el turismo que contraerá la copa). Si esta inflación se agudiza, entonces resultará mucho más caro para el país satisfacer las demandas de los turistas, y se verá forzado a hacer una inyección de recursos, lo que tendrá que pagar tarde o temprano con una violenta inflación en 2015.
La posibilidad de este escenario no es ningún secreto y los habitantes de un país en que el salario mínimo es de unos 10 dólares con 30 centavos (mayor que el nuestro, aunque para nada suficiente) ya protestan por la falta de austeridad en los gastos del mundial. Al día de hoy, la irónica consecuencia de esta situación, es que la mayoría de los brasileños no podrán ser clientes del mundial y sus eventos.
5. Cambios en las ciudades
Los cambios en el paisaje urbano de las ciudades sedes han causado una creciente molestia entre los brasileños. Los retrasos en los cumplimientos de fechas límite, así como grandes construcciones de empresas privadas que estorban la circulación en vías públicas han causado un caos en el tránsito al que se ha respondido con intensas protestas.
“Los brasileños están bien ambiguos [sic] sobre la realización de la Copa porque están viendo sus ciudades totalmente modificadas para beneficio de otros [...] están siendo rehenes de proyectos autoritarios que no representan avances urbanísticos ni democráticos”, explica Gaffney.
Si el gobierno brasileño, que atraviesa por un periodo de crisis política y económica, no se pone las pilas para afinar y sobre todo, recortar los gastos y tiempos en la planificación de la Copa del Mundo, el país podría pagarlo muy caro.
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