[Rol]Supervivencia en Belchite

Corre el año 2013, se avecinan las primeras nieves del otoño.




Vuestra principal misión será sobrevivir, una vez se desencadenen los acontecimientos. 



Cuando os diga que tiréis X dados, usad esta página y capturad la tirada http://www.dadosvirtuales.com/index.php 
Si usáis la primera tirada que os salga, más emocionante será  

Participantes:

Shaka: Kaien

Kaien:

Ray: Haru

Haru:

Trufa: Zacarías

Zac:

Abyss: Úrsula

Úrsula:

Caín: Ana Páramo

Ana:

Mauricio: Milan

Milan:

Eni: Estefanía

Estefi:

Bryce: Eric

Eric:

Fabri: Mono Ilustre

Mono con navaja:

Si faltáis alguno avisadme eh?

En este tema, sólo Rol, cualquier comentario, aquí: https://itaca.foroactivo.mx/t2170-charlasupervivencia-en-belchite

Aquí os dejo el mapa de la zona. Se trata en realidad del viejo Belchite auténtico, más algunas zonas que he añadido yo. 
También, el viejo Belchite en realidad está situado pegado al nuevo Belchite. Yo los he situado bastante más alejados. 

[Mono Ilustre]



Menudo patadón en la cabeza. 

Era una sensación nueva para M, esto no se parecía a ninguna de sus anteriores resacas. Cómo pillara al hijo de puta que le había echado lo que sea qué hubieran echado en su bebida, iba a saber lo que significaba meterse con M. Lo último que recordaba databa de hacía por lo menos una semana, cuando lo habían dejado a solas con aquella tití tan jovencita, casi podía oler aún su primera regla desde aquí. 

"Un momento, desde aquí... ¿donde cojones estoy?"

Empezó a abrir los ojos, pero el resultado fue el mismo que si intentáramos juntar nuestros brazos alrededor de una secoya. La más absoluta negrura se alzaba en torno a él. Todo era frío al tacto, y un primer paseo lo hizo dar con su ya maltrecha cabeza contra algo muy duro. El sonido fue el mismo que hacía el gilipollas de Magic Andreu, el mago de pacotilla del circo en el que trabajaba, cuando ondeaba en el aire aquellos estúpidos trozos de chapa galvanizada simulando que podían llegar a cortar algo más que el aire. 

Un nuevo paseo, ahora mucho más cuidadoso, lo llevó a topar con el otro extremo de donde fuera que estuviese. Contó dos más dos más dos pasos. Dos más dos más dos pasos de ancho. El alto, poco más que su estatura, ya que podía alcanzar el techo con sus manos. Y ni un solo atisbo de puerta, cerradura o algo parecido. Por lo menos la leve inclinación que tenía el cubículo le permitía recostarse sin que la sangre se le subiera a la cabeza.

"Necesito un trago..."

Las ganas de un sorbito de lo que sea se hacían cada vez más intensas, así por lo menos podría pensar con claridad. 

Transcurrieron por lo menos dos horas, hora arriba hora abajo según las estimaciones de M, y un minúsculo rayo de luz (¿solar, artificial?) se filtró justo por una de las esquinas de aquella caja metálica. Cuando sus ojos se acostumbraron a aquellla ínfima cantidad de luz, comprobó sus sospechas. Algún gracioso cabrón lo había encerrado en una caja metálica. Aún no sabía como ni por donde habían cerrado la caja, pero el resultado era el mismo, estaba dentro de una puta caja. 

"Ayúdame cerebro, y te prometo que no vuelvo a probar un trago"

M ya había perdido la cuenta de las veces que había hecho esta promesa, pero esta vez su masa encefálica respondió...

Edit de Subakai: cuando tenga todos los personajes, empezaré con las resoluciones, no antes, para llevar un orden

[Ana Páramo]

Después de innumerables traslados entre avión, tren y autobús, por fin dejaron a Ana en la estación de autobús del Nuevo Belchite. Ahí repetiría por enésima vez el mismo ritual. Éste consistía en primero bajar y estirazar las piernas. Su metro noventa y cinco de estatura hacía que cada viaje en autobús resultara un calvario. Siempre procuraba buscar un asiento en la parte trasera, con la esperanza de que su pinta alejara a posibles compañeros de viaje y así poder disfrutar para ella sola de las cinco plazas traseras.

El siguiente punto de ese ritual consistía en abrir el maletero y sacar la enorme jaula de viaje donde se encontraba su amigo inseparable, un husky de 55 kilos de peso, llamado Sorel. Casi siempre tocaba pelearse con el conductor/taxista de turno, por el tremendo bulto. Pero esta vez al menos no fue problema, el conductor solo echó una mirada rara a la jaula y volvió a su puesto. 

Cada vez con más desesperanza sacaba Ana de su bandolera la parte primordial de esa rutina. Se trataba de un antiguo sudario, lo único que conservaba de su desaparecido padre. Según la madre de Ana, era la posesión más preciada de su padre, un trozo de tela roñoso que estuvo sobre la mismísima cara de Lenin antes de que lo momificaran. 

Siempre según la madre de Ana, su padre había ido a acabar sus días a España, poco después de que acabara la dictadura franquista, y los antiguos comunistas pudieran volver a su patria. Siempre le contaba historias sobre días de pesca en el Ebro, nevadas que cubrían las casas, y chascarrillos de Aragón. Así que por eso estaba Ana allí, su búsqueda debía empezar por Aragón, y éste era ya el decimotercer pueblo aragonés que visitaba. 

Otra de las absurdas historias que oía Ana de los labios de su madre, era que su padre biológico era descendiente directo, concretamente nieto de Lenin, al ser hijo de un niño no reconocido de los muchos que tuvo. 

Desde pequeña había soñado con conocer a ese personaje misterioso que era su padre, y al quedar liberada de tener que cuidar a su madre por su larga enfermedad, decidió liarse la manta a la cabeza y viajar al viejo continente. 

Siempre sacaba el sudario y se lo ofrecía a Sorel, para que husmeara el aire, y que con mucha suerte se encendiera alguna bombilla encima de su negra cabezota y saliera disparado buscando el sitio donde encontrar a su padre. 

Esta vez todo fue diferente, A Sorel se le empezó a poner todo el pelo erizado, la cola tiesa, largos hilillos de baba cayendo sobre el suelo, a la par que daba ladridos muy intensos, tanto que asustó a los pocos pasajeros que la acompañaron en aquel viaje matutino. 

Entró a un bar a tomar un café con una tostada, e intentó trabar una conversación casual con el viejo dueño. Lo único que sacó en claro fue algún que otro "mande" y que si quería hablar con alguien de cosas raras, fuera a hablar con Fulgencio, el viejo loco del pueblo que sabía de todo y sobre todos. 

[Úrsula]

"Mira que me lo decía mi padre, no te cueles tantos kilómetros del cambio de aceite, que no es bueno para el motor..."

Siempre le venían a la cabeza las regañinas de su padre por pasar olímpicamente de todo lo relacionado con la mecánica del coche. Siempre esperaba a que le hiciera él todo el trabajo sucio, cuando había que cambiar las ruedas, su padre se lo llevaba y se lo volvía a dejar en su plaza de garaje con las ruedas nuevas. Pero desde que le atacó la enfermedad, no había podido volver a llevárselo al taller. 

Justo se le encendieron todas las luces del salpicadero en mitad de la nada. En una carretera que llamarla secundaria era hasta un halago. Rápidamente apagó el motor y se dispuso a llama a la línea de atención en carretera de Plus Ultra. Ni una mísera raya de cobertura. Una sonrisa se dibujó por su mente, al recordar la coletilla de la radio de su compañia de seguros "Me siento segurooooo". 

"Y una mierda para ellos" Pensó. 

Así que como según los cálculos de su GPS, solo quedaban 18 kilómetros hasta Belchite, y ya estaba amaneciendo, cogió su bolso y sus arreos de fotografía y marchó a paso ligero. 

Por fin le acompañó la suerte. A las ocho y veinticinco de la mañana un estruendo tremendo paró justo al lado de ella, y vio un autobús con líneas azules y rojas y la puerta delantera abriéndose. 

Después de explicar muy por lo alto al conductor lo que le había pasado, y de corroborar éste su versión, al haber visto hacía cinco kilómetros el viejo Seat Panda tirado en la cuneta, le dijo que cogiera asiento y que no importaba el importe del billete, que invitaba la casa.

El panorama del autobús era desalentador. Dos viejas en primera fila, con pañuelo en la cabeza, otras dos personas desperdigadas y una cresta que asomaba al fondo de la línea de asientos final. 

"Mejor me quedo por aquí delante, porque con la suerte que tengo seguro que va el punkarra aquel y me roba..."

Tomó asiento justo detrás del conductor, y cerró los ojos hasta que llegaron al pueblo. 

[Milan]



La noche anterior fue una pesadilla. Temperaturas bajo cero, un rasgón en el lateral de la tienda de campaña, y para colmo empezó a caer una nevada de esas que en los titulares de los telediarios llaman "la primera gran nevada de la temporada". 

Milan sacó de su tremenda mochila (la misma medía aproximadamente un metro de alto) un rollo de cinta americana, deseoso de comprobar si aquello que decía el anuncio era verdad, eso de que pegaba incluso sobre mojado. 

Afortunadamente aquella parte del anuncio de cinta americana era verdad, y deseó no tener que comprobar si la parte en que sujetaban las mandíbulas de un cocodrilo sería cierta también. 

El sueño lo había abandonado por completo, así que sacó de la mochila los aparejos para fumar. Abrió un cigarrillo, puso el tabaco sobre una hoja de papel de arroz mucho más grande y añadió una generosa porción desmigada de hachís. 

"Si no me duermo por lo menos me echaré unas risas" Se dijo para si.

Cuando el efecto del hachís marroquí extremadamente puro hizo su efecto, Milan quedó profundamente dormido. 

Un sonido como de tela rasgada lo sacó de su placentero sueño. Suponiendo que sería seguramente un pequeño zorro, echa mano de su navaja comprada en Albacete, y abre la cremallera de la tienda de campaña. 

Ante sí se encuentra un oso pardo, justo uno de esos que Milan leyó en una página web de fauna aragonesa, que se extinguieron hacía más de 70 años...

[Kaien]

Al esconder el viejo paracaidas que había desprendido de su mochila, cayó en la cuenta de que estaba casi consumido por las llamas. Eso le dio idea de porqué le dolía tanto el cuerpo. La caida y también las vendas de heridas recientes que cubrían gran parte de su cuerpo. 

Cuando terminó de esconder la tela, su rostro esbozó una sonrisa al pensar que si alguien había visto caer en mitad de la noche aquel objeto en llamas desde el cielo, al día siguiente tendría a algún Juan José Benítez de turno husmeando por la zona, buscando la presencia de vida extraterrestre.

Casi sin pensarlo, oteó el terreno y subió rápidamente a terreno elevado, como si estuviera programado para hacer esto, fue todo tan rápido que cuando quiso darse cuenta estaba en lo alto de la loma más alta, desde la cual tenía una perspectiva perfecta de todo aquel amasijo de piedras derrumbadas que tenía delante. 

También de manera casi instintiva, sacó un pequeño bloc de notas de un bolsillo que ni siquiera sabía que estuviera ahí, y se vio a si mismo dibujando con gran detalle un plano de aquel pueblo abandonado. 

[Eric]

Era la cuarta mañana que disfrutaba en aquellas ruinas. Y es que realmente disfrutaba de cada uno de los momentos que pasaba en aquel remoto lugar. 

A pesar del frío creciente, se oponía a ponerse ningún tipo de prenda de vestir en la parte superior de su cuerpo. Eso sería signo de debilidad ante sus dioses, y estaba allí precisamente para hacerse más fuerte y conocerse a sí mismo, no para hacer de él una niñita consentida. 

Como cada una de las mañanas, se acercaba al río de aguas cristalinas que corría por allí, para darse un pequeño remojón y aclararse la cara. Aquella mañana todo lucía distinto, todo había amanecido nevado, y pronto se encontró reprochándose a sí mismo el cómo no se había dado cuenta de aquello mientras dormía en lo que parecía una nave agrícola abandonada. 

Había elegido esa construcción porque era prácticamente la única que tenia el tejado casi intacto. 

[Estefanía]

Todo daba vueltas a su alrededor. Alrededor de media hora después de despertar, Estefanía consigue erguirse de la extraña cama en que estaba dormida. 

Era muy estrecha, demasiado estrecha, y el acolchado beige olía como a pan mohoso. De un respingo saltó Estefanía hacia fuera, estaba acostada dentro de un ataúd vacío. Al salir de tan macabro recipiente se dio cuenta del frío que recorría todo su cuerpo. Y es que estaba vestida sólo con un camisón de seda finísimo, además de la ropa interior de encaje que se transparentaba a través del vestido del camisón. No tenía ni zapatillas ni calcetines, y el tacto del suelo empolvado y frío le hizo sentarse en un borde cercano. 

Lo único que recuerda es que había estado en una fiesta en el piso de Nicomeda, una amiga ecuatoriana que se echó en la facultad. De allí solo guarda fugaces recuerdos, un chico muy feo que no dejaba de incordiarla toda la noche, y con el que al final accedió a tomarse una copa. 

Gracias a las primeras luces del día puede explorar, al menos desde donde está sentada, todo lo que la rodea. Por las inscripciones en todas las lápidas que la rodean, deduce que se encuentra en un panteón familiar, ya que todas las personas que allí descansan comparten el mismo apellido, que casualmente es el suyo: Fernández. 

Empieza a leer los nombres completos ahora con más curiosidad, y la invade la tranquilidad al ver que no conoce ni ha escuchado hablar nunca de estas personas. 

Después de un buen rato se decide a echar a andar y tratar de salir de allí...

[Haru]

El hambre lo ciega. Sus ojos cambian de color hasta ponerse completamente negros. 

No es que fuera algo nuevo para Haru, pero esta vez se había propuesto llegar a morir realmente por hambre. Para conseguirlo esta vez, se había atado con diez vueltas alrededor de su cuerpo con una cadena de eslabones de acero, había dejado el candado a la altura de su barbilla, con el fin de poder cerrarlo eficientemente. Mientras realizaba la operación, la pequeña llave del candado aguardaba paciente su turno debajo de la lengua de Haru. Una vez terminó el laborioso trabajo, procedió a tragarse la llave. 

"Al menos no me falta la dosis diaria de hierro..." Pensó Haru con su habitual y macabro sentido del humor.

No había elegido aquel sitio para su enésimo intento de suicidio. Había acudido allí por un misterioso correo electrónico, que de manera aún más misteriosa estaba dirigido a él por su nombre primigenio. Pero habían pasado 3 días y no había pasado nada. 

Así que cansado de esperar eligió una de las construcciones más apartadas del pueblo y que por supuesto contara con total protección de los rayos solares. 

Pero justo cuando el hambre afloraba más, algo llama su atención. Con todos sus sentidos dominados por el hambre no capta de qué se puede tratar, así que empieza a forcejear para soltarse de su prisión...

Día 1. 24 de Noviembre 2013
 

Trufa escribió:
Edit de Subakai: cuando tenga todos los personajes, empezaré con las resoluciones, no antes, para llevar un orden

Éxito en la tirada!!!


Con un salto casi antinatural para los de su especie, Zac quedó justo al lado de un objeto extremadamente curioso. Se trataba de una especie de caja bastante grande, toda brillante por fuera. Lo más curioso venía de su interior, no dejaba de escucharse movimiento dentro.

"Ahora sí que he dado con un buen filón de comida" pensó Zac y se puso manos a la obra...

Zac empezó a dar vueltas alrededor de la caja olisqueándola con precaución y listo para echar a correr ante cualquier peligro. La caja despedía un olor fuerte y desagradable... reconoció el olor de las heces, pero no supo identificar el otro olor... era como el del hombre raro que siempre estaba en la taberna y gritaba a todo el mundo.
Probó a rascar la caja con la pata, pero de allí no salió comida. Cada vez más desesperado, Zac comenzó a empujar la caja con el morro. Trató de morderla y destrozarla con los dientes, pero era un material demasiado duro. Poco a poco, mientras intentaba descubrir qué tesoros guardaría dentro, fue empujando más la caja, hasta que... Ups!! La caja cayó al río. Sus aguas bravas rápidamente se la llevaron entre zarandeos y algún que otro choque con alguna roca. Zac solo pudo contemplar entristecido cómo se alejaba río abajo aquel extraño objeto, y con él, su oportunidad de encontrar algún exquisito manjar en su interior. Bueno, seguro que podía encontrar algo que llevarse a la boca, siempre que consiguiese salir de aquella roca y volver al camino...

Notas de juego:

La cosa se empezaba a torcer...y retorcer, girar, saltar y no parar. Aquello había pasado de ser algo así como estar dentro de la cabeza de un cani a estar en la de otro ser similar pero puesto de pastillas, farlopa y escuchando a tope bakalao. El mono ya un poco estresado empezó a repasar sus opciones de nuevo, sin verlo claro, pero que remedio demonios.

Esperar ayuda sin más había resultado en que algún pulgoso hideputa con más gracia que seso había complicado la situación aun más si cabe, echar mano a esa reserva especial escondida en el bolsillo se volvía una idea más y más tentadora a cada segundo que pasaba y un sorbo no era mala opción ante una estampa tan al filo de la navaja...y hablando de armas blancas, de hideputas y de muerte, mejor un acto desesperado que el tan definitivo y aburrido fin de trayecto, además había cuentas que ajustar y buenos vinos valesanos por saborear.

Empuñó su fiable navaja, decidido a salir de esa jodida caja a capa y espada.

Un sonido como de tela rasgada lo sacó de su placentero sueño. Suponiendo que sería seguramente un pequeño zorro, echa mano de su navaja comprada en Albacete, y abre la cremallera de la tienda de campaña. 

Ante sí se encuentra un oso pardo, justo uno de esos que Milan leyó en una página web de fauna aragonesa, que se extinguieron hacía más de 70 años...

Tira (6) dados de 6 caras para una de las siguientes resoluciones:

a) Sales pitando hacia las ruinas que se ven a lo lejos

b) El oso te hiere gravemente en una pierna. 

c) Te dejo a ti la batuta narrativa de lo que te pasa

Sacó su navaja comprada en albacete, haciendo el menos ruido posible......................
Navaja-------->     

Al ver semejante animal, el sueño se fué como por arte de magia al ver aquel hermoso animal rondando y rebuscando, olisqueando las sobras de lo que habia sido una pequeña fogata.

Asi que se dijo:   piensa rapido, piensa rapido!!!!  rebusco entre la comida llevaba un pote de mantequilla de maní, lo llenó de hachís y lo arrimó fuera de la tienda, reabrio con sumo cuidado el agujero de la tienda por detras y salio corriendo mirando atras para ver que el oso no le veia, mientras corria hacia los arboles, alejandose hasta llegar a las ruinas, comenzó a caminar para buscar un buen lugar que estuviese más seguro, pensando en que al dia siguiente podria ir a recoger su tienda.

se sentó en lo que podria haber sido un borde de algun escalón, y encendió un cigarro, todo cansado solo pensaba que aquello se veía demasiado tranquilo y que quizas habria sido un mal sueño de un mal pase del háchis.

Ya era mucho con eso de que le dolía la cabeza, sentirse mareada, tener el estómago gruñendo, para a ello sumarle que parecía que había estado en la filmación de una película porno/terror de bajo presupuesto.....casi desnuda, descalza, despojada de sus pertenencias, tratando de aclarar su mente. Después de un ligero vistazo, supo que la situación ameritaba acción inmediata, pues a eso había que añadirle el frío que comenzaba a entrar a sus huesos, lo cual no era muy difícil, considerando su escasa ropa.

Aquel trago debía ser la respuesta a su condición actual, pero ya no ganaba nada con lamentarse. Ahora era asunto de ver como se las arreglaría para salir de allí, y como regresar a casa.....ni siquiera sabía donde estaba. Echó otra mirada a los demás ataudes....bajo otras circunstancias, jamás lo hubiera considerado, pero no era momento para ponerse exigente ni para reproches moralistas......abrió un ataud, pero por la vestimenta, debía tratarse de un hombre bastante mayor. Algunos requerían de más fuerza para abrirlos, así que los descartó buscando opciones más sencillas, no debía desgastarse mucho justo ahora. Logró abrir un par más, eran ropas femeninas, y las opciones parecían una broma de mal gusto, como si no fuera suficiente tener que vestir del armario de la muerte....armario de la muerte, soltó una risita por su ocurrencia.

Luego de desvestir lo que quedaba de los cadáveres, y agitar las ropas al aire, comenzó a vestirse tratando de olvidar que eran ropas de muertos. No eran precisamente su talla ni su estilo, pero el frío era lo determinante, así que vistió todo lo que les quitó al par, de todos modos, las telas estaban algo roídas.

-Primas, espero que no se enojen, de todos modos, ustedes no se van a morir de frío -  comentó en voz alta......al menos todavía conservaba algo de su sentido del humor, aunque había oscurecido un tanto.

Ahora estudiaba el lugar, necesitaba encontrar alguna debilidad en la construcción, algo, lo que fuera que le ayudase a salir de allí. No era la construcción más elegante que hubiera visto, no tenía ventanas, los portones estaban sólidos, pero........al observar un hueco redondo en el cual se situaba una cruz, tuvo la idea de que quizás retirando la cruz podría salir, pero........cuán viable sería poder quitarla? Su esperanza se afianzó al ver de cerca el mal estado de la cruz...... quizás podría aflojarla, pero, primero necesitaba alcanzar el hueco. Arrastró uno de los ataudes en mejor estado y se paró sobre el, para comprobar su alcance. Al extender sus brazos, alcanzaba la cruz, y al mirar hacia afuera, distinguió lo que parecía ser su bolso, tirado entre tierra, piedra y algunas malezas. Se acrecentaba su esperanza, pensando que allí quizás estaba su celular.

Gracias a su constitución delgada, podría pasar por el hueco.....claro, si antes lograba retirar la cruz. Así que con mucho entusiasmo, comenzó a forzarla y aunque se veía debilitada y corroída, tampoco estaba a un halón de salir. Luego de tirar por unos 20 minutos, sintió la necesidad de bajar del ataud y sentarse....sus brazos comenzaban a cansarse de estar extendidos y hacer fuerzas, a la vez que el frío que se colaba por el hueco, iba haciendo su parte. Se sentó y empezó a sentir la debilidad de lo que sea que le había ocurrido antes de llegar allí, pero no era momento de pensar en eso.....estaba cansada y seguía teniendo frío.....y las primas no tenían zapatos ni calcetines.

Decidió mirar a ver que más podía servirle, antes de continuar en el plan de escape. Decidió quitarle la chaqueta al abuelo - a ese punto, ya se sentía en familia- y de otros trapos, improvisó cubriendo como pudo sus pies. De vuelta al hueco, continuó forzando la cruz y en silencio pensó, mi padre no tenía mucha fe, mi madre te daba mucho crédito, yo simplemente no sé si eres real......podrías, por favor, darme algún incentivo para creer en ti? Miró al cielo sin mucha ilusión, pero no pasó nada.....continuó forzando la cruz, hasta que la misma cedió de dos de las tres partes en las que estaba afianzada. Ya las manos le ardían, los brazos le dolían más, ya llevaba casi una hora, hasta que un sonido metálico chirrió y cayó de espaldas, cruz en manos, sobre el ataud. 

Se sentó con algo de dificultad, un poco aturdida, pero al comprobar que ya había quitado la cruz, se incorporó feliz, iba a poder salir de alli! Le costó trepar y meterse por el hueco, y ni modo, tenía otra caída que afrontar, más incómoda que la anterior. - Trago amargo, se pasa ligero- pensó, y se dejó caer como mejor pudo. Algunos raspones, magulladuras, quizas tendría algunos moretones luego, pero nada de eso le importaba en esos momentos. Miró a todos lados, buscando su bolso hasta que dió con el. Pero su esperanza decreció al ver que no tenía señal, y la pila tenía solo una rayita.

Dejó que aquella reparadora brisa otoñal le golpease una vez más antes de plantearse el bajar de aquella zona elevada. Algo le decía que no era buena idea permanecer demasiado tiempo ahí. Por mucha ventaja que pudiera darle un terreno alto, las sombras siempre eran mejores aliadas. Aun así, no pudo evitar disfrutar de aquella leve corriente de aire un instante más. Debía de haber pasados los últimos días en algún lugar cálido pues su cuerpo le pedía frío. De igual manera, pensó que debía proceder de algún lugar fresco, ya que cualquier persona no se deleitaba con temperaturas frescas. Bajó sin pensar mucho más. Únicamente empleó unos segundos para tratar de identificar en qué idioma estaba pensando. Fracasó. Aquella chapa militar adherida a su cuello no traía lugar de procedencia, y el traje que llevaba tenía un roto en el hombro de donde había sido arrancada la bandera que en él estaba cosida.

Había observado varios emplazamientos curiosos de aquel lugar derruido. Pero de entre todos se dirigió, o quizás lo hizo su instinto animal, al más prioritario. Caminó, doliéndose todavía en cuerpo, hacia aquellos depósitos de agua que había oteado desde las alturas. Estaban bastante alejados de aquella urbe. Y la verdad es que no le hacía ninguna gracia adentrarse en una zona de viejas edificaciones cuando ni siquiera sabía en qué país se encontraba.

Y llegó una plaga de zombis y se hicieron con el mundo.

FIN