Y escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: El que tiene la espada aguda de dos filos dice esto:
Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás.
Apocalipsis 2:12-13
Uno de los bulos que circula estos días por las páginas misteriosas, es que el papa Benedicto XVI se estaría construyendo en el Vaticano el trono de Satanás, según se profetizaba en el tercer misterio de Fátima.
Como pruebas se aporta la extraña forma de la escultura que se encuentra en una de las salas de la ciudad pontificia. Se trata de “la Resurrección” de Pericle Fazzini, emplazada en la sala de audiencias Pablo VI del Vaticano. Fazzini la creó en 1977, en plena guerra fría, y según él, representa a Cristo resurgiendo de un cráter producido por una explosión nuclear. Muy bonita y angelical no es, eso es cierto, pero es que su arte es así.
Otra evidencia es la invocación a Lucifer que se produjo durante una vigilia de Pascua en la basílica de San Pedro. En el minuto 27:30 se puede escuchar claramente como se dice:
Flammas eius lucifer matutinus inveniat:
Ille, inquam, lucifer, qui nescit occasum:
Christus Filius tuus,
qui, regressus ab inferis, humano generi serenus illuxit,
et tecum vivit et regnat in saecula saeculorum. Amen
que según estas mismas fuentes quiere decir:
Lucifer en llamas encuentra la humanidad
Yo digo: ¡Oh Lucifer que jamás serás vencido,
Cristo es tu hijo que vendrá de los infiernos,
derramó su luz tranquila y vive y reina en el mundo sin fin.
El texto es el último verso del Pregón Pascual, que por error se ha traducido mal. Realmente quiere decir:
Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo,
ese lucero que no conoce ocaso
Jesucristo, tu Hijo,
que, volviendo del abismo,
brilla sereno para el linaje humano,
y vive y reina por los siglos de los siglos. Amen
Realmente estaba muy mal traducido, ¿verdad?
El tercer misterio de Fátima, ya no lo es tanto, porque fue revelado el 26 de junio del año 2000 por el papa Juan Pablo II. Se trataba de una visión en la que multitud de religiosos, encabezados por el papa, eran muertos en lo alto de una montaña, coronada por una tosca cruz de madera. Normal que el clero lo mantuviese en secreto. No quería dar ideas.
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