Durante cierta época los así llamados “cuentos infantiles” sirvieron como vehículos de la educación y la disciplina, del conocimiento transmitido con supuesta sutileza sobre asuntos que nos siempre es fácil tratar entre niños y adultos (por ejemplo “Caperucita Roja”, que varios investigadores han ligado con las enseñanzas sobre la menstruación).
El siglo XIX, rico en expresiones que oscilan entre la perversidad y las buenas maneras, tiene también ejemplos de cuentos infantiles que a la luz de nuestros valores contemporáneos creeríamos excesivos para la percepción de un niño. Descontando el hecho de que quizá en nuestra época seamos más timoratos, parece difícil creer que miembros sangrantes y personas ardiendo hasta quedar reducida a cenizas sean, por decirlo de algún modo, apropiadas para la imaginación infantil.
Las imágenes que presentamos forman parte del Struwwelpeter, una colección de cuentos para dormir reunida por Heinrich Hoffman en 1845, un médico de Frankfurt que escribió las historias luego de que una Navidad no encontró nada que regalarle a su hijo de tres años. El tomo tuvo además cierto éxito hasta bien entrado el siglo XX, cuando algunos padres todavía consideraban las perturbadoras escenas realmente formativas para los niños.
Aquí una breve muestra del contenido de Struwwelpeter. Que nuestros lectores juzguen qué tipo de sueños tendría un niño con estas historias.
Fuente
El siglo XIX, rico en expresiones que oscilan entre la perversidad y las buenas maneras, tiene también ejemplos de cuentos infantiles que a la luz de nuestros valores contemporáneos creeríamos excesivos para la percepción de un niño. Descontando el hecho de que quizá en nuestra época seamos más timoratos, parece difícil creer que miembros sangrantes y personas ardiendo hasta quedar reducida a cenizas sean, por decirlo de algún modo, apropiadas para la imaginación infantil.
Las imágenes que presentamos forman parte del Struwwelpeter, una colección de cuentos para dormir reunida por Heinrich Hoffman en 1845, un médico de Frankfurt que escribió las historias luego de que una Navidad no encontró nada que regalarle a su hijo de tres años. El tomo tuvo además cierto éxito hasta bien entrado el siglo XX, cuando algunos padres todavía consideraban las perturbadoras escenas realmente formativas para los niños.
Aquí una breve muestra del contenido de Struwwelpeter. Que nuestros lectores juzguen qué tipo de sueños tendría un niño con estas historias.
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