Me estreno aquí, repito, se que no soy buena, y esta es de las pocas cosas que tengo escritas... y es sobre un personaje que llevo en un rol en vivo. Para poneros en situación, es una hembra humana de 28 años, que se unió a unos aventureros para derrotar y eliminar el templo del mal elemental. En susodicha mision perdió una pierna debido a una maquina infernal que la sustituyó por una pierna demoniaca, similar a la de una cabra y medio gelatinosa. También salió mal un hechizo y tiene la piel verde hoja.(tiene objetos para ocultarlo ya que va muy bien equipada) es una ladrona de tumbas, experta en trampas... ha terminado la mision y está descansando en el castillo de un aliado.
Sandy había pasado unos días terribles, la pierna que había cambiado en el templo del Mal elemental era más un estorbo que otra cosa, si, era rápida, pero no obstante le impedía disfrutar de los beneficios de un equipamiento mucho mejor. A la hora de caminar le resultaba bastante extraño y ya no digamos lo poco estética que resultaba y lo mucho que llamaba la atención, y con el color verde, más de lo mismo...pese que este defecto le agradaba más. Tras un tiempo en el castillo decidió hablar con el paladín del grupo, pues cuando se sacrificó por el grupo le dejó caer que puede que buscase una solución para la pierna.
Quizás con timidez o algo de orgullo tragado más bien, tocó a la puerta del paladín, tampoco quería ser una persona maleducada, pero pedir favores era de esas pocas cosas que menos le gustaba, siempre había salido del paso ella sola, y menos pedir ayuda a una persona con la que tenía tantas diferencias morales.
(breve resumen del rol desde el punto de vista de Sandy)
Hablaron corto tiempo, pues trató de ser escueta e ir al grano con el asunto, tampoco quería intimar ni alargar más el mal trago. El paladín accedió de buena gana. Buscaron un mago que estuviese de paso en el castillo y no tardaron mucho en encontrar uno en un patio, al principio se mostraba reacio a colaborar, probablemente porque últimamente el renombre de la compañía se había oído por muchos lugares y seguramente le daría algo de vergüenza. Pero las cosas fueron rápidas, enseguida cedió y sedó en un sueño corto a Sandy. El paladín entonó sus plegarias a Ilmater y atestó un golpe con la espada a su pierna, arrancando el miembro demoniaco de su cuerpo. Ella despertó con el golpe, y aturdida parte por el dolor parte por el susto observó como poco a poco su pierna crecía y se restauraba como había sido hace semanas atrás. Dio las gracias al paladín por ayudarle y este se llevó la pierna cortada demoniaca, supuso que para quemarla o santiguarla o cual sea lo que hacen los paladines con estas cosas. Ella tuvo que volver a su cuarto, pues le quedaban unas semanas de reposo hasta que pudiese utilizar la pierna como tal, y junto con una muleta improvisada con un gallado se retiró.
Pasaron dos meses entre el descanso y recuperación de la pierna, ya que Sandy no quería irse sin sentirse totalmente segura de sus habilidades, así que había dedicado un mes más en entrenarse y perfeccionarse, moviéndose por el castillo, el pueblo y en la ciudad, realizando pruebas entrando y saliendo de lugares con alta vigilancia sin ser vista, simplemente por entrenamiento, sin hacer daño en especial a nadie, sin robar...en exceso, aunque de vez en cuando si se le aparecía alguna golosina demasiado obvia no dudaba en agenciarsela. También aprovechó para relajarse en algunos momentos y probar cosas nuevas, escalando las murallas del castillo, investigando los senderos cercanos tratando de rastrear pequeños animales, montando a caballo y disfrutando de alguna que otra fiestecilla en las tabernas cercanas y tratando de satisfacer sus carencias afectivas recientemente trastocadas.
Durante este tiempo trató de mantenerse ocupada, la mente distraida y no pensar en lo que una de las primeras noches había sucedido.
Aquella nota y aquella sombra, volvía a sus recuerdos en cuanto dejaba de distraerse, ¿que querría de ella el Xanathar? y ¿que aspiraciones podría tener este para querer que ella se inmiscuya?. Por un momento pensó en como empezó todo, llegando a la ciudad en busca de una banda organizada o un gremio y sin darse cuenta viéndose integrada en un grupo de aventureros y llegando hasta destruir un templo del mal...No se lo hubiese imaginado meses atrás. Ahora tenía tiempo para buscar ese gremio donde pudiese encajar, sin embargo la curiosidad por saber que sucedía con el Xanatar le impedía empredender de nuevo su propia misión. Ya quedaban menos meses para hacer física esa reunión pactada, así que hizo de nuevo el petate y dejó sus cosas recogidas, necesitaba arreglar asuntos antes de que se hiciese demasiado tarde para emprender viaje y volver a tiempo. Pasó un último día en la ciudad despidiéndose de los conocidos sin prometerles volver ni pronto ni tarde, realizó unas últimas compras y partió.
Cuaderno del aventurero:
Semana primera de mi partida,
llevo una semana de viaje, todo sigue su curso sin ningún inconveniente, he avanzado hacia mi destino con bastante celeridad, calculo que en una semana habré llegado y tendré tiempo suficiente para visitar a algunas personas, hacer investigaciones propias, descansar, disfrutar y dejar solucionados todos mis temas personales. Me he cruzado con algún que otro comerciante entre aldea y aldea a los que he acompañado por seguridad para ambos, buena gente y pocos bandidos. Alguna noche he escuchado algún cuchicheo en las espesuras, pero he seguidos los caminos fáciles y vigilados, he conseguido hurtar algunas monedas más de oro del que poseo, solamente el suficiente para pagar algún alojamiento o algún trozo de carne y cerveza en posadas de paso.
Mitad de segunda semana:
Ayer descubrí muchas pisadas, parece que se está extendiendo la voz de que ando por este lugar, no me gusta mucho la sensación, pues viajo sola y no tengo demasiada habilidad en combate, trato de esconderme bien y de más de una me he librado por pasar sin ser vista. He tenido que recurrir a desviar mi camino y atravesar montañas y llanuras por zonas subterráneas, algo laberínticas pero bastante rudimentarias, de construcción casi natural y con escasez de trampas, las sombras me son útiles para poder viajar sin ser vista. Me he cruzado con aventureros y con bandas de diferentes características, algunas amigables y otras no. Apenas utilizo antorchas y luz, pues puede ser una desventaja respecto a muchos animales y seres que viven es este habitat.
Final de la segunda semana:
hace casi una semana que me he internado en la oscuridad de un nuevo camino lejos de criminales acechandome, no descarto que alguien me siga aunque algo ha sucedido que no me huele bien, anoche desperté con un estruendo, a varios kilómetros de mi localización parece que hubo un desprendimiento, las salidas a mis espaldas están bloqueadas, ahora no tengo plan de retirada pues estoy atrapada en el tunel por el que estoy, espero no tener que recular pues no hay salida. Me acerqué a la zona y no vi signos de nadie aquí, tanto silencio y tan poca afluencia no me inspira ninguna confianza, algo más tiene que haber que desconozco. Seguiré adelante aunque la oscuridad sea más espesa y el camino más estrecho, realmente me duele la vista de tanto forzarla a la oscuridad.
Final de la tercera semana:
Hace una semana que no he parado, no he podido anotar nada, pues días después del desprendimiento he escuchado mucho ruido, al parecer estaba en lo cierto, esto no estaba tan abandonado como pensaba, no he podido ver más que sombras, y no estoy segura si estas me han podido ver a mi o no, temo por mi vida, pues camino en tensión, siempre arma preparada, varitas listas y oculta a más no poder. Llevo dos dias corriendo sin descanso, solo escuchaba gruñidos a mi espalda, he perdido un poco el norte de donde estoy, ya no se cuando podré salir de aquí y mis reservas alimenticias empiezan a escasear, al final tanto oro no me servirá de mucho.
Cuarta semana:
Hoy seré breve, me están cazando, han habido otros tres desprendimientos, menos salidas que me atrapan cada vez más de cerca, noto que la salida está cerca, ligeramente parece que la oscuridad se está disipando y hay un poco más de viento. Espero llegar a tiempo.
Quinta semana:
…
Sandy abrió los ojos despacio, solo tenía una sensación en el cuerpo y era un mareo y ganas espantosas de vomitar la bilis que se acumulaba en la garganta. Sólo recordaba correr y correr y transformar sus instintos básicos en único modo de supervivencia. Primero no veía mucho por la oscuridad, y luego veía menos por la claridad... cayó, cayó y recibió varios golpes en el cuerpo, y luego... luego no recordaba nada más. Debía estar muerta, aunque la angustia y el como se movía todo a su alrededor, a la deriva, no parecían signos de estar muerta.
Sus ojos tardaron poco a acostumbrarse, pues la habitación estaba un tanto oscura y fuera había luz. El olor a sal y pescado, los gritos fuera, y el movimiento ritmico en el que se movía todo le llevó a la deducción de que estaba en un barco. Se incorporó ligeramente dolorida, y manteniendo la angustia en la garganta y observó a su alrededor con atención, iba vestida con unos pantalones y una camisa simple, un par de tallas más grandes, de un lino bastante fino. Sin embargo, sus pertenencias estaban sobre una pequeña silla, parecía estar todo, armas, cinturones, incluso parece que las mayas que gastaba tenían algún que otro remiendo rudimentario. Se sentó dejando los pies colgar hasta el suelo, trató de levantarse y andar hasta la puerta, la luz hizo que se mareara y mil chispitas invadieran su visión. Se quedó allí de pié sujeta al marco de la puerta hasta acostumbrarse la vista... Al recobrarla, corrió a vomitar por la borda todo lo que su cuerpo contenía, que era bien poco. Cuando pudo recomponerse alzó la mirada, y miró a su alrededor en busca de alguien que le explicara donde estaba. Algunos marineros reían tratando de disimular y otros simplemente la ignoraban realizando sin mas sus tareas.
Sandy se volteó para ver de donde provenía la voz. Se trataba de un señor gordo, con la cara bastante roja por el sol y redonda, vestido con algo de buen gusto pero cómodo y sencillo. Le miró esperando que siguiese hablando para explicarse...
Pasó un par de días en el barco con aquel comerciante, un barco estupendo, capaz de levitar, pero que alcanzaba grandes velocidades, no como el que habían tenido en la compañía anterior. Ramman era un buen hombre, aunque la falta de cultura religiosa le hacía plantearse que seguidores de que dios tenían razón. Puso al día a Sandy respecto a las novedades de la región, los seguidores de Cyric y de Bein estaban poco a poco invadiéndolo todo, conviviendo y convirtiendo a nuevas personas para sus ordenes. La mayoría en Yhep, sobretodo los nobles, habían cedido a obedecer o beneficiar a las ordenes de Bein, y más allá en Inarliz, El lider de la ciudad, se rumoreaba que era seguidor de Cyric, reclutando ejércitos y dejando que los magos rojos campen por la ciudad sin leyes...al parecer todo se estaba desmadrando, estaban dando caza a todos los ladrones de la ciudad antes de marchar, pero esto ya era demasiado.
Las personas de campo, y ciudadanos corrientes no habían sufrido ningún mal, pues simplemente se mezclaban con ellos y dominaban la ciudad.
Ramman perfería no inmiscuirse en asuntos religiosos, tenía su familia y quizás alguna que otra mujer en algún puerto más, pero vivía feliz con los suyos, con un comercio justo y sin alborotar. No obstante Sandy prefirió ocultar su Alias y presentarse como Sherma, una joven comerciante de caballos, que venía de Calimport y a la que trataron de atracar por el camino de vuelta. Volvió a ponerse sus vestimentas y agradeció generosamente el viaje y los cuidados al marinero con 100 monedas de oro, pues el marinero no quiso aceptar más, y compró un caballo para recorrer el resto de camino de Yhep a Inarliz.
Porfín llegó a su destino, unas pequeñas casitas en los limites de la ciudad, dentro de la muralla pero en uno de los barrios más alejados, allí se encontraban unas construcciones simples, donde algunos agricultores, jornaleros y pequeños comerciantes subsistían sin pasar penurias pero sin riquezas ni facilidades. El olor a par recién hecho y pasteles de manzana le hicieron esbozar una sonrisa, estaba en casa. Anudó las riendas del caballo y algunos niños juguetearon alrededor tratando de acariciarlo. Sherma sonrió y entró en el pequeño comercio donde una señora un poco gorda con el pelo canoso y bastante entregada a su trabajo colocaba unos panes recién hechos en bandejas, ésta no pudo evitar pegar un grito entre de sorpresa, alegría y susto y salir de detrás de una mesa para embestir a la nueva visitante.
Se trataba de su madre, Elora, que la estrujó casi hasta sacarle los ojos de las cuencas, Sherma cogió un pequeño pastel de carne y mientras se lo comía cerraba la puerta de la tienda con pestillo y se adentraba en la casa hablando con su madre y poniéndose al día. Hasta su madre había escuchado de lo que había sucedido en el templo del mal, aunque aseguró que estaba a salvo y que nadie en la ciudad sabía que se trataba de ella.
Besó a su padre, un viejo hombre que apenas ya podía levantarse y que tenía unas perdidas de memoria a largo y corto plazo. Normalmente miraba sonriente y trataba de cuidar unas plantas del jardín. Paseó por la casa hablando con la madre, buscando habitación por habitación, pero al parecer no encontraba lo que buscaba. Salió de nuevo a la calle, pero al ver que no le encontraba, entonces preguntó.
Su madre la miró con pena y pesadumbre, Sherma se asustó pero enseguida su madre trató de tranquilizarla comentándole que estaba bien, que había encontrado un trabajo, bien pagado y que al parecer le gustaba, pero a quien no le iba a gustar era a ella, y que prefería que esperara a el para que se lo contase. Por un segundo había pensado que también había perdido a su hijo y no sabía si podría haberlo soportado, llevó mucho tiempo olvidar a Dilan, su marido, pero si Barri muriese ya no sabría que hacer con su vida.
Entraron en casa y dio a su madre 2000 piezas de oro que esta guardó con mucho cuidado y bien escondidas, con ese dinero tendría más que suficiente, ya que el negocio no había empeorado y su hijo ya empezaba a trabajar, esperaba que no lo estuviese pasando demasiado mal, pero con 10 años ya era hora de que empezara a iniciarse en algo.
Pasó el día y disfrutó de la acogida en familia, ayudando a su madre con gracia, riendo y cocinando un buen guiso para la noche.
Llegada la hora, se escucharon varios caballos relinchar y pasar al galope fuera, no quisieron salir a la calle, se escucharon risas y se marcharon los caballos, segundos después la voz de su hijo que poco a poco mostraba signos de adolescencia anunciaba que ya estaba en casa y esta vez fue ella la que salió corriendo a abrazarlo, sin fijarse siquiera en sus sencillas vestimentas negras y moradas. Disfrutó el momento del rencuentro con su hijo. Se sentía orgullosa de ver a su hijo sano, feliz y concienciado en trabajar y ayudar a las personas. Su hijo abrió con sorpresa y alegría abrazando a su madre. La ilusión le duró poco tiempo, pues conforme hablaba con el y oteaba la vestimentas descubrió que su “gran trabajo” era como ayudante/escudero de un paladín de Cyric. Sintió como el corazón se le rompía en pedazos, no era fanática de dioses, pero jamás de los jamases hubiese querido que su hijo sirviera a ningún dios de esa índole.
Tampoco es que ella se había convertido en la madre modelo, ni cumplía las normas, ni se comportaba como un ser 100% benévolo pero Dilan jamás hubiese permitido que sucediese esto, un paladín de Torm, y que su hijo al que puso nombre honrando a uno de los mayores héroes de leyenda acabe sirviendo a Cyric...La felicidad de la tarde y del momento se transformó en una de esas escenas domesticas en la que madres, hijos y abuelos se echan todo en cara, donde su hijo cualificaba a su padre como un”tonto y cobarde que seguía a un dios débil y estúpido” que no estuvo a la altura de luchar y sobrevivir para cuidar a su familia y que obligó a su abuela a trabajar toda la vida y a su madre a comerciar y salir de la ciudad constantemente para mantenerles.
Aquella noche no pudo dormir, la noche entera la pasó contemplando lo que quedaba de su marido, una espada colgada y un colgante con la palma de un guantelete. Ya no iba a dejar aquello allí, no quería que cualquier compañero, señor, o su hijo propio lo encontrase y lo destruyese, lo guardó entre sus cosas. Pasaron varios días, que dedicó a visitar amigos y familiares, siguiendo con la farsa de que fue a vender unos caballos a Calimport y servir un tiempo en algunas casas como cocinera. Pasó algunos buenos ratos, hizo algunos negocios y ayudó en casa con los pasteles y los panes, después de las aventuras, hacer un pan era tan agradable como descansar en un lecho de plumas. Poco a poco, con las semanas, la situación con su hijo se suavizó, le seguía doliendo que pensase así de su padre, aun así trató de hacerle ver lo bueno que era y cuanto le quería, así como le dolió la reprimenda de este acerca de a lo que se había dedicado a hacer, que pese que les ayudase a llevar el negocio era algo ilegal y que algún día sería castigada, no por el, por el amor que le profesaba al ser su madre, porque la quería, pero si por su dios. Era un chico bueno, con la mente algo envenenada y rencorosa, pero era bueno, ella lo sabía.
Su madre prometió que siempre estaría ahí para que no cambiase su forma de pensar, siguiese ayudando a las personas y ser buena persona, ser escudero no significaba más que un trabajo y que trataría que no fuese a peor, no obstante rogó que volviese pronto de su siguiente viaje, para que el niño pudiese estar más con ella.
Al cabo de las semanas, volvió a llenar de panes y pasteles una pequeña carreta y compró 4 caballos aparte del que ya tenía y emprendió de nuevo camino a Calimport para llegar a tiempo a su cita concertada. Por el camino, vendió los panes, y los 4 caballos, compró unas barricas de cerveza y llenó la carreta. Completó su disfraz como mercader con una capa de viaje con capucha y adquiriendo una aspecto más anciano con la magia del yelmo se hizo pasar por una señora mayor, que vendía barricas a algunas tabernas de la ciudad, se unió a una caravana a un día de distancia y se preparó para entrar. Una vez dentro y no reconocida, siguió las instruciones que le habían dado y se dirigió a la posada, a una mesa apartada, más o menos cerca de la barra, pero pegada contra una ventana.
Continuará...
Sandy había pasado unos días terribles, la pierna que había cambiado en el templo del Mal elemental era más un estorbo que otra cosa, si, era rápida, pero no obstante le impedía disfrutar de los beneficios de un equipamiento mucho mejor. A la hora de caminar le resultaba bastante extraño y ya no digamos lo poco estética que resultaba y lo mucho que llamaba la atención, y con el color verde, más de lo mismo...pese que este defecto le agradaba más. Tras un tiempo en el castillo decidió hablar con el paladín del grupo, pues cuando se sacrificó por el grupo le dejó caer que puede que buscase una solución para la pierna.
Quizás con timidez o algo de orgullo tragado más bien, tocó a la puerta del paladín, tampoco quería ser una persona maleducada, pero pedir favores era de esas pocas cosas que menos le gustaba, siempre había salido del paso ella sola, y menos pedir ayuda a una persona con la que tenía tantas diferencias morales.
(breve resumen del rol desde el punto de vista de Sandy)
Hablaron corto tiempo, pues trató de ser escueta e ir al grano con el asunto, tampoco quería intimar ni alargar más el mal trago. El paladín accedió de buena gana. Buscaron un mago que estuviese de paso en el castillo y no tardaron mucho en encontrar uno en un patio, al principio se mostraba reacio a colaborar, probablemente porque últimamente el renombre de la compañía se había oído por muchos lugares y seguramente le daría algo de vergüenza. Pero las cosas fueron rápidas, enseguida cedió y sedó en un sueño corto a Sandy. El paladín entonó sus plegarias a Ilmater y atestó un golpe con la espada a su pierna, arrancando el miembro demoniaco de su cuerpo. Ella despertó con el golpe, y aturdida parte por el dolor parte por el susto observó como poco a poco su pierna crecía y se restauraba como había sido hace semanas atrás. Dio las gracias al paladín por ayudarle y este se llevó la pierna cortada demoniaca, supuso que para quemarla o santiguarla o cual sea lo que hacen los paladines con estas cosas. Ella tuvo que volver a su cuarto, pues le quedaban unas semanas de reposo hasta que pudiese utilizar la pierna como tal, y junto con una muleta improvisada con un gallado se retiró.
Pasaron dos meses entre el descanso y recuperación de la pierna, ya que Sandy no quería irse sin sentirse totalmente segura de sus habilidades, así que había dedicado un mes más en entrenarse y perfeccionarse, moviéndose por el castillo, el pueblo y en la ciudad, realizando pruebas entrando y saliendo de lugares con alta vigilancia sin ser vista, simplemente por entrenamiento, sin hacer daño en especial a nadie, sin robar...en exceso, aunque de vez en cuando si se le aparecía alguna golosina demasiado obvia no dudaba en agenciarsela. También aprovechó para relajarse en algunos momentos y probar cosas nuevas, escalando las murallas del castillo, investigando los senderos cercanos tratando de rastrear pequeños animales, montando a caballo y disfrutando de alguna que otra fiestecilla en las tabernas cercanas y tratando de satisfacer sus carencias afectivas recientemente trastocadas.
Durante este tiempo trató de mantenerse ocupada, la mente distraida y no pensar en lo que una de las primeras noches había sucedido.
Aquella nota y aquella sombra, volvía a sus recuerdos en cuanto dejaba de distraerse, ¿que querría de ella el Xanathar? y ¿que aspiraciones podría tener este para querer que ella se inmiscuya?. Por un momento pensó en como empezó todo, llegando a la ciudad en busca de una banda organizada o un gremio y sin darse cuenta viéndose integrada en un grupo de aventureros y llegando hasta destruir un templo del mal...No se lo hubiese imaginado meses atrás. Ahora tenía tiempo para buscar ese gremio donde pudiese encajar, sin embargo la curiosidad por saber que sucedía con el Xanatar le impedía empredender de nuevo su propia misión. Ya quedaban menos meses para hacer física esa reunión pactada, así que hizo de nuevo el petate y dejó sus cosas recogidas, necesitaba arreglar asuntos antes de que se hiciese demasiado tarde para emprender viaje y volver a tiempo. Pasó un último día en la ciudad despidiéndose de los conocidos sin prometerles volver ni pronto ni tarde, realizó unas últimas compras y partió.
Cuaderno del aventurero:
Semana primera de mi partida,
llevo una semana de viaje, todo sigue su curso sin ningún inconveniente, he avanzado hacia mi destino con bastante celeridad, calculo que en una semana habré llegado y tendré tiempo suficiente para visitar a algunas personas, hacer investigaciones propias, descansar, disfrutar y dejar solucionados todos mis temas personales. Me he cruzado con algún que otro comerciante entre aldea y aldea a los que he acompañado por seguridad para ambos, buena gente y pocos bandidos. Alguna noche he escuchado algún cuchicheo en las espesuras, pero he seguidos los caminos fáciles y vigilados, he conseguido hurtar algunas monedas más de oro del que poseo, solamente el suficiente para pagar algún alojamiento o algún trozo de carne y cerveza en posadas de paso.
Mitad de segunda semana:
Ayer descubrí muchas pisadas, parece que se está extendiendo la voz de que ando por este lugar, no me gusta mucho la sensación, pues viajo sola y no tengo demasiada habilidad en combate, trato de esconderme bien y de más de una me he librado por pasar sin ser vista. He tenido que recurrir a desviar mi camino y atravesar montañas y llanuras por zonas subterráneas, algo laberínticas pero bastante rudimentarias, de construcción casi natural y con escasez de trampas, las sombras me son útiles para poder viajar sin ser vista. Me he cruzado con aventureros y con bandas de diferentes características, algunas amigables y otras no. Apenas utilizo antorchas y luz, pues puede ser una desventaja respecto a muchos animales y seres que viven es este habitat.
Final de la segunda semana:
hace casi una semana que me he internado en la oscuridad de un nuevo camino lejos de criminales acechandome, no descarto que alguien me siga aunque algo ha sucedido que no me huele bien, anoche desperté con un estruendo, a varios kilómetros de mi localización parece que hubo un desprendimiento, las salidas a mis espaldas están bloqueadas, ahora no tengo plan de retirada pues estoy atrapada en el tunel por el que estoy, espero no tener que recular pues no hay salida. Me acerqué a la zona y no vi signos de nadie aquí, tanto silencio y tan poca afluencia no me inspira ninguna confianza, algo más tiene que haber que desconozco. Seguiré adelante aunque la oscuridad sea más espesa y el camino más estrecho, realmente me duele la vista de tanto forzarla a la oscuridad.
Final de la tercera semana:
Hace una semana que no he parado, no he podido anotar nada, pues días después del desprendimiento he escuchado mucho ruido, al parecer estaba en lo cierto, esto no estaba tan abandonado como pensaba, no he podido ver más que sombras, y no estoy segura si estas me han podido ver a mi o no, temo por mi vida, pues camino en tensión, siempre arma preparada, varitas listas y oculta a más no poder. Llevo dos dias corriendo sin descanso, solo escuchaba gruñidos a mi espalda, he perdido un poco el norte de donde estoy, ya no se cuando podré salir de aquí y mis reservas alimenticias empiezan a escasear, al final tanto oro no me servirá de mucho.
Cuarta semana:
Hoy seré breve, me están cazando, han habido otros tres desprendimientos, menos salidas que me atrapan cada vez más de cerca, noto que la salida está cerca, ligeramente parece que la oscuridad se está disipando y hay un poco más de viento. Espero llegar a tiempo.
Quinta semana:
…
Sandy abrió los ojos despacio, solo tenía una sensación en el cuerpo y era un mareo y ganas espantosas de vomitar la bilis que se acumulaba en la garganta. Sólo recordaba correr y correr y transformar sus instintos básicos en único modo de supervivencia. Primero no veía mucho por la oscuridad, y luego veía menos por la claridad... cayó, cayó y recibió varios golpes en el cuerpo, y luego... luego no recordaba nada más. Debía estar muerta, aunque la angustia y el como se movía todo a su alrededor, a la deriva, no parecían signos de estar muerta.
Sus ojos tardaron poco a acostumbrarse, pues la habitación estaba un tanto oscura y fuera había luz. El olor a sal y pescado, los gritos fuera, y el movimiento ritmico en el que se movía todo le llevó a la deducción de que estaba en un barco. Se incorporó ligeramente dolorida, y manteniendo la angustia en la garganta y observó a su alrededor con atención, iba vestida con unos pantalones y una camisa simple, un par de tallas más grandes, de un lino bastante fino. Sin embargo, sus pertenencias estaban sobre una pequeña silla, parecía estar todo, armas, cinturones, incluso parece que las mayas que gastaba tenían algún que otro remiendo rudimentario. Se sentó dejando los pies colgar hasta el suelo, trató de levantarse y andar hasta la puerta, la luz hizo que se mareara y mil chispitas invadieran su visión. Se quedó allí de pié sujeta al marco de la puerta hasta acostumbrarse la vista... Al recobrarla, corrió a vomitar por la borda todo lo que su cuerpo contenía, que era bien poco. Cuando pudo recomponerse alzó la mirada, y miró a su alrededor en busca de alguien que le explicara donde estaba. Algunos marineros reían tratando de disimular y otros simplemente la ignoraban realizando sin mas sus tareas.
- Vaya pero si nuestra invitada ya está despierta, no te ofrezco un buen desayuno porque si no ya he visto por donde iba a acabar...
Sandy se volteó para ver de donde provenía la voz. Se trataba de un señor gordo, con la cara bastante roja por el sol y redonda, vestido con algo de buen gusto pero cómodo y sencillo. Le miró esperando que siguiese hablando para explicarse...
- Ramman Maeg, comerciante de perlas rojas de Yhep. Este es mi barco, si querías suicidarte creo que no he permitido que lo hicieseis.
Pasó un par de días en el barco con aquel comerciante, un barco estupendo, capaz de levitar, pero que alcanzaba grandes velocidades, no como el que habían tenido en la compañía anterior. Ramman era un buen hombre, aunque la falta de cultura religiosa le hacía plantearse que seguidores de que dios tenían razón. Puso al día a Sandy respecto a las novedades de la región, los seguidores de Cyric y de Bein estaban poco a poco invadiéndolo todo, conviviendo y convirtiendo a nuevas personas para sus ordenes. La mayoría en Yhep, sobretodo los nobles, habían cedido a obedecer o beneficiar a las ordenes de Bein, y más allá en Inarliz, El lider de la ciudad, se rumoreaba que era seguidor de Cyric, reclutando ejércitos y dejando que los magos rojos campen por la ciudad sin leyes...al parecer todo se estaba desmadrando, estaban dando caza a todos los ladrones de la ciudad antes de marchar, pero esto ya era demasiado.
Las personas de campo, y ciudadanos corrientes no habían sufrido ningún mal, pues simplemente se mezclaban con ellos y dominaban la ciudad.
Ramman perfería no inmiscuirse en asuntos religiosos, tenía su familia y quizás alguna que otra mujer en algún puerto más, pero vivía feliz con los suyos, con un comercio justo y sin alborotar. No obstante Sandy prefirió ocultar su Alias y presentarse como Sherma, una joven comerciante de caballos, que venía de Calimport y a la que trataron de atracar por el camino de vuelta. Volvió a ponerse sus vestimentas y agradeció generosamente el viaje y los cuidados al marinero con 100 monedas de oro, pues el marinero no quiso aceptar más, y compró un caballo para recorrer el resto de camino de Yhep a Inarliz.
Porfín llegó a su destino, unas pequeñas casitas en los limites de la ciudad, dentro de la muralla pero en uno de los barrios más alejados, allí se encontraban unas construcciones simples, donde algunos agricultores, jornaleros y pequeños comerciantes subsistían sin pasar penurias pero sin riquezas ni facilidades. El olor a par recién hecho y pasteles de manzana le hicieron esbozar una sonrisa, estaba en casa. Anudó las riendas del caballo y algunos niños juguetearon alrededor tratando de acariciarlo. Sherma sonrió y entró en el pequeño comercio donde una señora un poco gorda con el pelo canoso y bastante entregada a su trabajo colocaba unos panes recién hechos en bandejas, ésta no pudo evitar pegar un grito entre de sorpresa, alegría y susto y salir de detrás de una mesa para embestir a la nueva visitante.
Se trataba de su madre, Elora, que la estrujó casi hasta sacarle los ojos de las cuencas, Sherma cogió un pequeño pastel de carne y mientras se lo comía cerraba la puerta de la tienda con pestillo y se adentraba en la casa hablando con su madre y poniéndose al día. Hasta su madre había escuchado de lo que había sucedido en el templo del mal, aunque aseguró que estaba a salvo y que nadie en la ciudad sabía que se trataba de ella.
Besó a su padre, un viejo hombre que apenas ya podía levantarse y que tenía unas perdidas de memoria a largo y corto plazo. Normalmente miraba sonriente y trataba de cuidar unas plantas del jardín. Paseó por la casa hablando con la madre, buscando habitación por habitación, pero al parecer no encontraba lo que buscaba. Salió de nuevo a la calle, pero al ver que no le encontraba, entonces preguntó.
- Donde está Barri?
Su madre la miró con pena y pesadumbre, Sherma se asustó pero enseguida su madre trató de tranquilizarla comentándole que estaba bien, que había encontrado un trabajo, bien pagado y que al parecer le gustaba, pero a quien no le iba a gustar era a ella, y que prefería que esperara a el para que se lo contase. Por un segundo había pensado que también había perdido a su hijo y no sabía si podría haberlo soportado, llevó mucho tiempo olvidar a Dilan, su marido, pero si Barri muriese ya no sabría que hacer con su vida.
Entraron en casa y dio a su madre 2000 piezas de oro que esta guardó con mucho cuidado y bien escondidas, con ese dinero tendría más que suficiente, ya que el negocio no había empeorado y su hijo ya empezaba a trabajar, esperaba que no lo estuviese pasando demasiado mal, pero con 10 años ya era hora de que empezara a iniciarse en algo.
Pasó el día y disfrutó de la acogida en familia, ayudando a su madre con gracia, riendo y cocinando un buen guiso para la noche.
Llegada la hora, se escucharon varios caballos relinchar y pasar al galope fuera, no quisieron salir a la calle, se escucharon risas y se marcharon los caballos, segundos después la voz de su hijo que poco a poco mostraba signos de adolescencia anunciaba que ya estaba en casa y esta vez fue ella la que salió corriendo a abrazarlo, sin fijarse siquiera en sus sencillas vestimentas negras y moradas. Disfrutó el momento del rencuentro con su hijo. Se sentía orgullosa de ver a su hijo sano, feliz y concienciado en trabajar y ayudar a las personas. Su hijo abrió con sorpresa y alegría abrazando a su madre. La ilusión le duró poco tiempo, pues conforme hablaba con el y oteaba la vestimentas descubrió que su “gran trabajo” era como ayudante/escudero de un paladín de Cyric. Sintió como el corazón se le rompía en pedazos, no era fanática de dioses, pero jamás de los jamases hubiese querido que su hijo sirviera a ningún dios de esa índole.
Tampoco es que ella se había convertido en la madre modelo, ni cumplía las normas, ni se comportaba como un ser 100% benévolo pero Dilan jamás hubiese permitido que sucediese esto, un paladín de Torm, y que su hijo al que puso nombre honrando a uno de los mayores héroes de leyenda acabe sirviendo a Cyric...La felicidad de la tarde y del momento se transformó en una de esas escenas domesticas en la que madres, hijos y abuelos se echan todo en cara, donde su hijo cualificaba a su padre como un”tonto y cobarde que seguía a un dios débil y estúpido” que no estuvo a la altura de luchar y sobrevivir para cuidar a su familia y que obligó a su abuela a trabajar toda la vida y a su madre a comerciar y salir de la ciudad constantemente para mantenerles.
Aquella noche no pudo dormir, la noche entera la pasó contemplando lo que quedaba de su marido, una espada colgada y un colgante con la palma de un guantelete. Ya no iba a dejar aquello allí, no quería que cualquier compañero, señor, o su hijo propio lo encontrase y lo destruyese, lo guardó entre sus cosas. Pasaron varios días, que dedicó a visitar amigos y familiares, siguiendo con la farsa de que fue a vender unos caballos a Calimport y servir un tiempo en algunas casas como cocinera. Pasó algunos buenos ratos, hizo algunos negocios y ayudó en casa con los pasteles y los panes, después de las aventuras, hacer un pan era tan agradable como descansar en un lecho de plumas. Poco a poco, con las semanas, la situación con su hijo se suavizó, le seguía doliendo que pensase así de su padre, aun así trató de hacerle ver lo bueno que era y cuanto le quería, así como le dolió la reprimenda de este acerca de a lo que se había dedicado a hacer, que pese que les ayudase a llevar el negocio era algo ilegal y que algún día sería castigada, no por el, por el amor que le profesaba al ser su madre, porque la quería, pero si por su dios. Era un chico bueno, con la mente algo envenenada y rencorosa, pero era bueno, ella lo sabía.
Su madre prometió que siempre estaría ahí para que no cambiase su forma de pensar, siguiese ayudando a las personas y ser buena persona, ser escudero no significaba más que un trabajo y que trataría que no fuese a peor, no obstante rogó que volviese pronto de su siguiente viaje, para que el niño pudiese estar más con ella.
Al cabo de las semanas, volvió a llenar de panes y pasteles una pequeña carreta y compró 4 caballos aparte del que ya tenía y emprendió de nuevo camino a Calimport para llegar a tiempo a su cita concertada. Por el camino, vendió los panes, y los 4 caballos, compró unas barricas de cerveza y llenó la carreta. Completó su disfraz como mercader con una capa de viaje con capucha y adquiriendo una aspecto más anciano con la magia del yelmo se hizo pasar por una señora mayor, que vendía barricas a algunas tabernas de la ciudad, se unió a una caravana a un día de distancia y se preparó para entrar. Una vez dentro y no reconocida, siguió las instruciones que le habían dado y se dirigió a la posada, a una mesa apartada, más o menos cerca de la barra, pero pegada contra una ventana.
Continuará...