por Quod Lun Ene 06, 2014 8:23 pm
Camas profanas de sueño.
Y al buscar el sueño, suceden los ruidos después del silencio. Puede que sea la posición horizontal, la casualidad de los pensamientos absurdos como el de otorgar nombres a los nuevos planetas descubiertos ¿será verdad que aparecen? Tardaremos menos en creerlo que en comprobarlo, jodidos científicos de la nada poseídos por subvenciones intolerables. Sigamos, necesito mis cinco horas para no lamentarme al día siguiente, ahora quizá viaje hasta la imagen de algún inoportuno desconsuelo, pero no, nada de colgar gabardinas empapadas después de un cansino viaje. Mejor un paseo en tren, un vagón repleto de deseos y piedad envenenada que se dejen probar y robar. Sí, me gustan los agujeros negros del día a día que gozan de buena salud, que ruedan sobre el hielo a toda velocidad. Se puede comprar el entusiasmo a plazos, increíble, bendita crisis. ¿Por dónde vamos? Esto parece el valle de los bultos craneales, me voy, es el vagón del mal de amores, ni hablar.
¡Cuánto caballero trajeado! Bueno, no sé si sentarme aquí, nadie saluda ni levanta la cabeza, ya entiendo, son los herederos de la tierra prometida…jodidos aprendices de estafadores, id una noche al Tropicana, quizá os financien una sonrisa…mártires del prozac.
Bueno, bueno, bueno…¿qué tenemos aquí? libros y amigos, al fin los pies se mueven solos, tranquilos que ya voy, cuantos tomos de censura para volver a resucitar, cuanta musa encarcelada. Bien hallado, amigos leucocitos del desvelo, vamos a leer y a debatir un poco, hablemos de milagros absurdos y de todo aquello que naufraga en cualquier mente mediocre incluida la nuestra. Una cerveza por nuestra canallesca forma de apreciarnos y por los motivos que nos conduzcan a encontrarnos en cualquier parte, incluso cuando la línea del sueño se niegue a acercarse y a sentirse atravesada. Hablemos de las magdalenas que robábamos después de las nimias y hastías cenas de entonces y de las camarillas ruidosas, de las linternas bajo las sábanas y los libros entre el somier y el colchón escondidos. Habéis traído fotos, no me lo puedo creer –joder, que pintas, eh? – Parecemos infantes escamados y mal peinados , pero es increíble, casi puedo escuchar nuestra conversación diez minutos antes de que nos inmortalizaran para siempre. Algunos llevo años sin verlos porque dicen que al cielo no se va en coche, pero fijaos que fantástico tren que nos reúne de nuevo, aquí no se le escapará la vida a ninguno de nosotros. Pondré los pies en la mesa, estoy cómodo, estoy en casa, rodeado de incondicionales inaccesibles, licenciados de soledad y doctorados en letanías escurridizas; por fin el equipo al completo, este vagón es el único hogar que conozco. Un ambigú perfecto donde quedarse, donde esperar el sueño despierto. Un vagón excepcional donde ya estamos todos dormidos de nuevo"