Prólogo.
La sombra, el oso, el viento, el bosque. Se un bosque, un árbol, un fruto, una semilla. Se ramas, y se raíz, tierra húmeda, hojas verdes y brillantes. Brilla si amanece, y derrámate en los arroyos. Muere si anochece y enciérrate entre las piedras.
Verde, y vivo. Grave y profundo. Agudo como un trino. Eres la hija de Esus. Profunda como un estanque negro, verde como la luz que se filtra entre las ramas. Clara y sencilla como un prado.
Eres la hija de Esus, y por ello, no hay felicidad para ti entre los hombres.
Eres la hija de Esus y por eso tu misión es abandonar la verde matriz, y vivir entre los hombres.
¡Canten! Por sus mejillas siempre surcadas de llanto. ¡Canten! Por la hija de Esus, entregada nuevamente en sacrificio...
¡Ámenla hombres! ¡Ámenla feéricos! ¡Ámenla dioses y demonios! Nuevamente la luna y el bosque se unieron bajo el roble de magia, entre sus raíces leñosas, y correrá la sangre de su fruto. Y todos lo amaremos. Y todos cantaremos. Y todos lloraremos a la Hija de Esus.
***
La niña salió de la espesura. No tendría más de cuatro años, caminaba tambaleante, como si fuera presa del insomnio. El guardia no la vio al principio, pero luego, cuando la niña entró, caminando vacilante, pero sin detenerse, al río, oyó en chapoteo y la vio. Se acercó temeroso de que fuese un duende de noche y alzó su lámpara de aceite para iluminarla. Iba desnuda y su cuerpecito blanco estaba arañado por todas partes y tenía el pelo enmarañado y oscuro. Se detuvo un segundo, impresionado. Luego reaccionó con prisa y torpeza. Corrió a la niña y la tomó en brazos mientras la envolvía con su capa. La pequeña cayó desmayada a penas la tocó.
-¡Una niña!- Gritó entonces, desesperado. - ¡Ha aparecido una niña! ¡Está herida!.
Sus compañeros de ruta abandonaron los carromatos y las tiendas somnolientos. Las mujeres fueron las primeras en reaccionar, tomaron a la niña y se la llevaron al interior de uno de los carromatos, donde frotaron su cuerpecito helado hasta calentarlo y limpiaron sus heridas. Tenían las manos duras y morenas, acostumbradas a trabajar, y cuerpos generosos y cálidos. Los hombres, afuera, usaban barbas duras y negras, y sus ojos eran oscuros, duros, brillantes y alegres. Los llamaban taistealaiche, los que viajan, o coisiche, los que caminan.... Pero ellos se llamaban a sí mismos Clachan, que en lenguaje antiguo, quiere decir "Pueblo". Vivían en el camino, siempre móviles y por eso, los que se quedaban siempre en un solo lugar, los eile, les tenían miedo.
Mientras las mujeres se ocupaban de la niña, los hombres aguardaban fuera junto al fuego. Nadie pudo dormir esa noche de luna llena. Eran de naturaleza bondadosa, y no podían abandonar a la pequeña, pero preocupados, pensaban en como alimentar a aquella niña de nadie. El miedo y la superstición había crecido en aquellos días y ya no recibían el dinero de antes. Kilian, el jefe de la carabana pensaba abatido en como había perdido a su propia hija el invierno pasado, muerta de hambre. Briana, su mujer, había llorado mucho.
Fue justamente Briana quien salió, ya muy de madrugada y se sentó entre los hombres con un suspiro cansado. -Vivirá, al menos hasta mañana - dijo - Pero está muy mal alimentada
-Como todos- refunfuñó el viejo Cedric
- ¿Que haremos con ella?- Preguntó Kilian en general, pero mirando a Briana mientras le dedicaba una sonrisa cansada
-Podríamos dejarla en el próximo pueblo o ciudad por la que pasemos.- Sugirió Mael, el flautista. Briana le dedicó una mirada furiosa.
-¿Has visto a los niños mendigos en las ciudades? Son de lo más miserables. Todos los inviernos recogen sus cadáveres de entre los callejones, raquíticos llenos de llagas. - Mael calló, todos sabían que a Briana la habían recogido en la carabana cuando era niña, tenía 11 años cuando los padres de Kilian se la llevaron, y estaba curbierta de sarna y piojos.
-Los pueblos pequeños tampoco son una opción. En estos días abandonan a los niños en mitad del bosque, y tienen miedo hasta de su propia sombra. Seguramente la acusarían de bruja o algo así. De hecho, lo más seguro es que venga de algún pueblo como esos. - Repuso Kilian.
-¿Y a la puerta de un monasterio?- preguntó Mael. - Esos monjes y monjas están bien alimentados. Serán muy humildes pero vaya que ostentan de barriga. Y suelen recoger huérfanos.
Brenda, una mujer gorda y ya entrada en años soltó una carcajada mientras salía del carromato ella también, dejando al descubierto cuantos dientes le faltaban. Había escapado de un convento cuando era adolescente y tras muchas peripecias, la carabana la había adoptado. - No quieres encerrar a nadie ahí - Le dijo con una sonrisa irónica y torcida. - Si fuera niño todavía, pero la vida en un convento es horrible, peor que estar presa. Para eso, mejor matarla.
Guardaron silencio durante un rato. Finalmente Briana se puso de pie mirando a su marido. - Kilian, cuidémosla nosotros. Que sea nuestra hija. La hija de todos.
Kilian suspiró. La verdad es que no tenía corazón para abandonar a la niña a su suerte. Se preguntó si no sería que era demasiado blando. Pero su padre había recogido a muchos en su carabana, porque decía que aquellos que fueran rechazados por el resto debían tener un lugar en el clachan, porque aquellos que estaban abandonados y desvalidos debían hacer fuerza entre todos. "Sobre todo a las mujeres", le secundaba su madre. "Las mujeres lo tienen el doble de difícil".
¿Y no era verdad acaso? Pensó la vida que esa niña podría llevar sola. De sobrevivir, en el mejor de los casos, acabaría como meretriz. En cambio con ellos, si acaso le faltara la comida, nunca le faltaría el fuego y el cariño. Pensó en la niña que había perdido, en su cuerpecito pequeño y desnutrido, helado entre sus brazos. Se levantó junto a su mujer y le pasó el brazo por los hombros. -Bien- dijo. - Se queda-
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Bueno, no se, es una historia que me rondaba hace tiempo, pero que no sabía como abordar. Ayer vi "Valiente", de Pixar, y no se, me dieron ganas de empezarla. Solo para divertirme, a ver que sale.