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Puerto de eternautas


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    Versos de Terciopelo

    Ato
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    Mensaje por Ato Miér Oct 09, 2013 4:08 am

    VERSOS DE TERCIOPELO

    Escribo desde un punto muerto, en el vacío que existe cuando el pasado empieza a desaparecer y el futuro se esconde de mi desesperada mirada. Estoy en el limbo real que se forma cuando dejas de ser joven y aun no eres lo suficientemente viejo para dejar de andar, escribo desde ese punto donde los artistas decidimos suicidarnos.
    Fui abandonado por Erato hace años, dejando atrás la gloria de días mejores y camas cálidas. Días en los que fui, iluso de mí, sepultado en elogios y palmaditas en la espalda, estas alabanzas que me llevaron por engañosos caminos con una venda en los ojos y sin que mis pies tocaran el suelo. Pues cuando todo te va bien y el dinero cae de tus bolsillos, son muchos los que te llevan en volandas sin que te des cuenta de que ya eres incapaz de dirigir tus pasos por ti mismo. Y efectivamente, al precipicio me lanzaron olvidándose de mí, pues hasta yo mismo olvidé quien era.

    En esta incertidumbre, arrastraba mis pies cada noche para ahogarme en bares donde me refugiaban sonrisas hermosas, falsas pero hermosas. Intentaba engañar a la gente diciendo que buscaba una respuesta, pero sabía que solo intentaba acelerar el proceso de destrucción, ¡no sería misericordiosa la Parca de ahorrarme el esfuerzo!
    Me lamentaba como un niño, iba donde siempre a beber como siempre a esperar lo que nunca sucedía.
    Hasta que una mala noche, sucedió algo totalmente distinto donde comenzar mi historia.

    De mala gana y con mi sofisticado cansinismo, le daba la noche a mi buen amigo barman. Todo transcurría según lo planeado, y en el periodo de tiempo de unas tres copas más, ya sería amablemente invitado a volver a mi casa si aún recordaba donde vivía. ¡Pero no! aquella señorita tenía que entrar y fastidiar mi patético ritual, tenía que sentarse a mi lado y envolverme con su embrujado perfume con ligeros toques a frutas del bosque, ¡maldita hechicera que hiciste que levantara la mirada!
    De sus piernas perfectas era destacado su juvenil andar, casi similar a la niña que danza por las praderas suizas, sus pechos ni grandes ni pequeños asomaban por una pequeña abertura como dos niños curiosos en busca de juegos, su cuello limpio y terso parecía una autopista alemana que invitaba a pisar el acelerador, sus labios pequeños, de hermosa línea y de sugerente rojo intenso no paraban de torturar mi mente mientras sonreían, sus ojos... ¡oh sus ojos! aquellos ojos egipcios en el comienzo mezclados con un azul balcánico en el final, eran dignos de cualquier diosa vengativa, su pelo corto y negro, una harmonía que conjuntaba diabólicamente con el resto. Pero era su piel, su piel rezumaba de un aura nueva y desconocida, como un terciopelo sin trabajar, la perfección en el sentido más puro de la palabra.
    - ¿Que tomas? - me preguntó, risueña, la vil hechicera seguramente ante mi lerda expresión con la boca a medio abrir.
    Lo que para ella fueron segundos o quizás minutos, para mi eran años de espera a esa pregunta, a ese momento digno de Odiseo, pero contesté. Refinando todo lo que pude mi habla y conteniendo con férreas cadenas mis instintos de poseerla en aquella barra de bar, le hablé del vodka-limón que mi mano derecha sujetaba y de cómo a lo largo de los años golfos de cualquier pescador aprendes que es de las bebidas que menos sabor dejan al besar y de lo desagradable que es el whisky por ejemplo en aquellas facetas conyugales.
    Con una risa de pícara se pidió lo mismo, aquella provocación directa se clavó en mí como una espada ejecutora en la plaza medieval, además de acompañarla con una mirada sucubina que atravesó todos y cada uno de mis puntos débiles.
    Pero no, uno es perro viejo, y aunque loco y borracho, la experiencia sigue siendo la mejor de las consejeras. Por lo que mantuve la compostura y una fluida conversación de una hora antes de anunciarle mi marcha por unos quehaceres a la mañana siguiente. Mentí.
    Lo cierto es que hui, hui como un cobarde por no arder en las llamas de su cuerpo, porque algo dentro de mí me advertía que de seguir sentado en aquel taburete sería devorado sin ningún tipo de contemplación. Tuve miedo y corrí hasta mi casa faltándome el aliento y con el alcohol ingerido en plena fiesta estomacal.
    Cuando abrí la puerta del pequeño hogar, tenía ganas de vomitar, de masturbarme, de morir fulminado, no podía dormir ni aquella noche ni posiblemente la siguiente, y lo más extraño que surcó mi mente en aquel momento: tenía ganas de escribir.
    Escribí, escribí como hacía meses que no lo hacía, con la pasión que había perdido en el transcurso de los años, toda letra que manchaba el papel iba sobre ella. ¿Pero cómo negarme? como siendo un condenado al que solo le llena esta miseria podría negarme a la inspiración.
    Todo lo que escribí lo quemé en una papelera que jamás volverá a ser utilizada, en los versos la veía y volví a huir.

    Dos días pasaron hasta que Morfeo me tumbó de una sonora paliza, fue al despertar cuando mis ideas, ya más claras, tomaron un rumbo distinto desapareciendo cualquier iniciativa a querer terminar con mi vida en aquel momento, una última aventura, una última misión que la vida me daba en su inmensa generosidad cruel. Decidí salir a buscarla cada noche, en el mismo bar, con el mismo barman, y con otro vodka-limón.
    Cuatro noches de auténtica desesperación tuve que soportar, cuatro noches hasta que ella apareciera de nuevo por aquella puerta con su sonrisa asesina de ilusos.
    - Vaya, si es el señor vodka-limón - dijo con desparpajo volviendo a sentarse a mi lado como la primera vez.
    Pero me recordaba, y lo hacía alegremente, no estaba tan acabado como mi mente me hacía creer. Aquello fue una fuente de infantil esperanza hacia mis más degenerados deseos sobre aquella ninfa salvaje que me había robado la vida en una hora.
    La conversación fue agradable como la primera vez, incluso más, dejando un gusto dulce en los labios por cada palabra pronunciada, y aun así, volví a huir a la hora de charla. Aquel era mi límite de aguantar a mi "yo animal", pero por suerte conseguí para mis oscuros planes una pequeña promesa de volvernos a ver en aquella barra que empezaba a convertirse en un santuario de culto a la diosa Afrodita.
    Y cumplió su promesa, y yo la cumplí. Cada varios días su perfume con ligeros toques de frutas del bosque inundaba aquel bar como un hechizo ponzoñoso que te hacía suspirar, cada día que apareció una hora exacta de extremo placer verbal, cada día que no estaba la tortura de la espera se antojaba insoportable para cualquier mortal. Tan solo mi deseo de verla me mantenía con vida, tan solo yo era capaz de soportar dicha condena, ¡y maldita sea, con la cabeza alta caminaba a los infiernos por tal musa caída del cielo!
    Los avances de nuestra plática embrujada tardaron en aparecer, pero el descubrimiento más atroz fue aquel día que creyéndome un valiente caballero de afilada espada, decidí quedarme más de una hora.
    - Lo siento mi querido señor vodka-limón, pero hoy debo ser yo quien huya de nuestro encuentro.
    Ella lo sabía, sabía de mi cobardía y aun así acudía fielmente a nuestro encuentro. Aquel demonio de truculenta figura me había desnudado ya el alma y yo, crédulo de mí, no hice nada por remediarlo. Es más, agrave la herida.
    - Me deja sorprendido mi querida dama, ¿qué es lo que le reclama con tanta celeridad? - pregunté a sabiendas de que algo en mi interior me advertía de no hacerlo.
    - Ocho años de relación mi querido escritor, ocho años de los que no puedo escapar.
    Y con esa espada clavada en mi corazón se marchó.
    ¿Cómo podía ser tan estúpido? era algo evidente. Ningún ser tan perfecto pasaría desapercibido en este bárbaro mundo de simples mortales. Alguien, quizás un ser superior, o un mentiroso más hábil que yo, ya había visto lo mismo que mis cansados ojos.
    Mi querida musa, mi fantasía, mi obsesión y locura, ya era de otro desde el momento que la conocí, y mientras borracho soy víctima de continuas masturbaciones e inspiraciones literarias, fruto de su imagen, ella está en los terribles brazos de otro.
    Desaparecí una semana, escribiendo y destruyendo relatos sobre mi lamento y tormento. No quise salir o beber, tan solo sumergirme en el tremendo dolor de perder algo que nunca he tenido, en el dolor del deseo más imparable jamás realizado.
    Otra vez, después de días sin dormir por la herida, fue Morfeo quien sabio en su juicio me golpeó de manera contundente, haciendo que mi mente despertara con renovados pensamientos y delirantes revelaciones.
    Por primera vez medité cada paso del asunto, ordené la información y analice cada movimiento de su cuerpo, por primera vez esto último sin un fin sexual. Eran ocho años de relación, pero su sonrisa y el que viniera cada cierto día significaba que algo debería aportarle que nadie más le daba. Aquello era un punto donde comenzar.
    ¿Pero quién era yo, de que armas disponía para la lucha? empobrecido y rebosante de locura, que podría ofrecer a tal musa perfecta. Cuando quise creer ser un caballero para derrotar al malvado ogro que aprisiona a mi doncella, me miro en el espejo donde desaparecen mi caballo, mi espada y mi armadura, convirtiéndome en un vagabundo juglar de mayas ridículas y estropeada bandurria.
    ¡No! debía existir otra forma de hacerla mía, si no podía darle la felicidad eterna debía crear la manera de darle la felicidad del momento que queda en la eternidad. Aquel era mi objetivo para ella, y mi obsesión para conmigo.
    Volví a la barra del santuario de Afrodita con ropas renovadas.
    - Se hacía extraño no tenerte al otro lado de la barra, y si te interesa, aquella mujer preguntó por ti - me dijo nada más llegar el buen barman.
    Seguramente una sonrisa de retraso mental agudo se dibujó en mi cara al caer en lo último de su frase. ¡Ya había caído totalmente en sus garras! durante todas las copas que mi hígado pudo soportar no paraba de darle vueltas a si el amor no correspondido había resucitado mi corazón muerto.
    No hay nada en este mundo que dé más miedo que el amor, como aquellas sirenas de Sicilia que con su hermoso canto atraían a los marineros para luego devorarlos, así es este terrible sentimiento, dejándote totalmente expuesto a cualquier ataque, vulnerable como un niño en el campo de batalla, una droga que te hace parecer imbécil mientras te descuartizan poco a poco y sonríes, me había convertido en un adicto, fruto de una obsesión ilusoria. Y yo que me creía demasiado listo para esquivarlo.
    Aquella perra del averno me devolvió la jugada, no tardó tan solo una semana, sino dos más en aparecer de nuevo por aquel bar. Durante ese tiempo me atormente pensando si no habría encontrado en otro bar lo que buscaba en mí, hasta el punto de cada noche querer llorar cuando en la madrugada y sin saber caminar me dirigía a la soledad del hogar. Pero vino, con su olor a frutas del bosque y su pícara sonrisa, todo dolor volvió a transformarse en obsesión.
    No recuerdo en que momento empecé a llamarla "musa mía”, pero recuerdo el brillo de sus ojos cuando sus agradecidos oídos lo escucharon por primera vez, era aquel brillo lo que tanto buscaba para alimentar mi infantil esperanza, la señal que indicaba el camino.
    Lleno de renovadas esperanzas infundadas por mi tonta autosugestión, empecé a comentarle los versos que su imagen inspiraba, le mentí acerca de cómo guardaba cada poesía o pequeño relato, cuando en realidad todo ardía al igual que mi pasión por ella. Le mentí a medias como se le miente a un padre, y en ella sentí el despertar de algo más que curiosidad por mi infame persona. En las siguientes veces que nos encontramos en aquel santuario las agradables charlas pasaron al emocionante juego del cortejo.
    Es en si el cortejo la fase más emocionante que mi vida a conocido. Lejos de la vulgaridad de "el polvo de una noche", el cortejo bien elaborado, donde conoces a alguien mientras absorbes cada gesto, cada conocimiento y analizas cada frase, es sin duda el juego por excelencia. En este siglo donde ya no existe el amante como figura respetable dejando paso a una época de simple lujuria, donde los hombres cultivan el cuerpo para ocultar sus defectos y dejan de lado el cultivo de la mente como arma de seducción, no puedo si no estar más en contra. Atrás en mis buenos años, perfeccioné con dedicación este arte, llegué a la conclusión de que una mujer vale mucho más si se consigue con clase, si el mérito viene de un trabajo impecable creas una relación donde cada segundo será digno de recordarse. Siempre sentiré pena en aquellos incapaces de disfrutar este placer que nos permite el ser humanos.
    Aunque yo, en aquel momento, estaba muerto en lo que a romanticismo se refería, lejos de mi seguridad de la que disponía en mi juventud, aquella mujer me daba un miedo tremendo, como el estar dentro de una jaula con un león hambriento que con ojos fieros me acusaba de la falta de antílopes.

    Cierto día me atranqué, sentí la necesidad de que aquellas sesiones se quedaban pequeñas, de que mi sentimiento por ella había alcanzado tal magnitud que desbordaba aquel bar, necesitaba dar un paso más o explotaría poniendo fin a aquella fantasía que estaba viviendo. Me agobié, sentí que aquella noche sería la última al no poder dar una buena conversación. sabía que ella venia por eso mismo, que mientras le diera la libertad que su mente me pedía a gritos seguiría sentándose en el taburete que se quedaba intencionadamente libre a mi lado, y por unos instantes el miedo se apodero de mi recreando una y otra vez diez formas de morir al no soportar su ausencia.
    Sin embargo, ella me dio la pista a la que yo fui incapaz de llegar por mí solo.
    - ...Ahora estoy tan desesperada buscando algo de trabajo que hasta la comida rápida parece un buffet de abogados - dijo al tiempo que se llevaba la copa de vodka-limón a sus sensuales labios rojos.
    Aproveché el momento para que me imaginación corriera a meterse entre sus piernas por aquel túnel "destino paraíso" que era la sombra que ofrecía el hueco de su falda, mi mente se perdía en aquel hueco cada vez que ella daba un trago los días que tan generosamente se vestía. Pero salí del trance en cuanto su copa tocó la madera de la barra, ella estaba pidiendo ayuda en su argumentación y mi mente caótica actuó con una rapidez y astucia napoleónica. Le ofrecí un empleo, uno mal pagado y arriesgado, un as en mi manga ante mi mano de pareja de doses, le ofrecí posar para mí.
    Nadie en su sano juicio habría aceptado, y ella lo hizo con una sonrisa y después de meditarlo el tiempo necesario para dar un trago a la copa, aceptó y yo me sentí como el niño al que le traen lo que pidió en el día de reyes. Le expliqué preocupado de que me tomara a broma, que su trabajo solo consistiría en estar presente mientras escribo, tres días a la semana durante una hora, le pagaría poco y querría pagarle más por hacer el trabajo por el que escritores famosos pagarían fortunas, por ser mi musa presente. Y aun así, aceptó.
    Aquella noche, me sorprendí a mí mismo, volví bailando ninguna canción a mi humilde hogar.

    No recordaba estar tan nervioso desde mi primera vez con una mujer, aquel temblor incontrolable y el miedo al fracaso inundando cada poro del cuerpo, las miles de cuestiones que surgen con la venenosa pregunta de: ¿lo estaré haciendo bien? ningún hombre es bueno en algo que no ha hecho nunca, y yo, jamás había invitado a una musa a mi hogar.
    Decir que mi hogar es pequeño cual habitáculo estudiantil asiático, tiene una gran sala que hace de estudio, sala de estar y dormitorio, y dos habitaciones pequeñas que hacen de cuarto de baño y cocina. Como buen soltero propenso a la depresión no recordaba la última vez que lo limpié, pero con la energía que me daba mi tonta y ridícula ilusión le di una pasada que me recordó a las mañanas de verano en casa de mi bienaventurada abuela. Quedaba poco para que llegara y era importante crear una falsa sensación de bienestar, para ello utilicé todas las críticas que esporádicas amantes habían escupido de sus bocas de lagarto cuando habían venido de visita. Y eran muchas las críticas.

    Llegó puntual ante mi sorpresa, y sonido del timbre se adentro en mi cabeza como el cubito de hielo que te meten a traición por el cuello de la camisa. Mi mano temblaba como la primera vez que un camarero novato sostiene un café. Pero respiré profundamente y abrí la puerta que me llevaría al peor de los siete infiernos.
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    Mensaje por KarenV Miér Oct 09, 2013 7:15 pm

    Guau.

    Me ha sorprendido mucho tu manejo con metáforas, comparaciones y tu vocabulario. Algunas frases son muy largas, pero se leen muy fluidas, ¿cómo lo haces?

    "escribo desde ese punto donde los artistas decidimos suicidarnos" genial.

    Lo expresas todo muy bien y además tienes una capacidad descriptiva muy envidiable T__T

    ¿Está basado en vivencias?

    Yo tengo que admitir que me he sentido identificada con la muchacha. No sabes hasta qué punto. Hará unos años.

      Fecha y hora actual: Dom Mayo 19, 2024 2:10 am